domingo, 11 de septiembre de 2011

Walter Urán: pincel mágico y gol

Con sus dibujos y sus caricaturas de muchos de los hombres del orbe futbolístico, este hombre de Caicedo, Antioquia, se ha convertido en un verdadero motivador del balón. Su historia de vida.
Roosevelt Castro B.
Dice Antoine Sanit-Exupery en su obra “El Principito” que “lo importante es invisible a los ojos de los hombres”, y en Walter Urán Guzmán se cumplen estas sabias palabras del escritor francés.
La importancia de de este pintor de goles, sueños e ilusiones radica en que, su trabajo invisible, ha llenado de alegrías a muchos de los llamados ídolos del mundo del fútbol.
Sus inicios en estos menesteres le llegaron por casualidad. “Yo trabaja en una agencia de publicidad en el bario el Poblado de Medellín. Me enteré del secuestro y luego la liberación del hijo de Luis Fernando “El Chontico” Herrera. Eso me conmovió y lo pinté con una leyenda que decía que los niños de Colombia merecíamos la libertad. En el partido de ese fin de semana Herrera no jugó. Nacional le hizo una especie de desagravio al jugador con torta y todo. Yo se como hice pero logré ingresar al camerino con la pintura. “El Chontico” me dio un beso en la mejilla y me prometió que al siguiente partido le regalaba la camiseta y así lo hizo”, evoca Urán Guzmán.
De eso han transcurrido casi dos décadas y todavía lo sigue haciendo. Pinturas, caricaturas y fotografías de muchos del los hombres del mundo del fútbol. Igualmente llevando su mensaje motivacional a muchos de ellos. “Yo me convertí en su fotógrafo social, para sus bautizos, primeras comuniones e incluso para sus matrimonios”, indica el habitante del barrio Guayabal de Medellín.
Anecdotario del balón
Urán se convierte en una caja de música al evocar instantes en que inicialmente crearon trauma y se volvieron trágicos y después se convirtieron en momentos de alegrías.
“Un día Aldo Bobadilla, portero al servicio del DIM, me dijo que le hiciera una caricatura con un ingrediente: a el y toda su familia les decían en el Paraguay “Los Pollitos”. Después de entregar el dibujo y ser muy admirado por todos porque lo puse en la portería y encima del arco grafiqué unos pollitos, en homenaje a su familia, Aldo me dijo que a su mujer no le había gustado de a mucho pero que él la iba a conservar porque le encantó”, recuerda con una sonrisa Walter.
Con casi medio siglo de vida y con un aspecto de tranquilidad Urán está lleno de continúa con su anecdotario futbolístico. La más peculiar le ocurrió en la Copa América que se jugó en Colombia en el 2001 y donde el seleccionado más esperado era el argentino. Walter se adelantó y pintó a las estrellas del equipo, pero la gran decepción fue cuando Argentina Los Gauchos cancelaron su participación en el certamen.A Urán el mundo se le vino encima. Y se quedó con los cuadros hechos. En su afán de venderlos, aprovechó que los albicelestes jugaban un partido frente a Ecuador y se echó el viaje a Guayaquil para negociar. “Fue un viaje de 30 horas, logré entrar a la cancha, ellos vieron los cuadros y estaban interesados, pero no hubo tiempo porque luego del partido se fueron en un chárter”, rememora y en las paredes de su casa quedaron colgadas las imágenes de Verón, Batistuta, Aimar, Killy y el resto de estrellas gauchas. “La de Zanetti lo logré vender porque Iván Ramiro se lo llevó de regalo”, cuenta con un dejo de nostalgia.
También recordó el cuadro que le pintó a Giovanni Hernández, en ese momento al servicio del DIM, y que se lo devolvió porque “él se cambió de religión”. Igualmente, la pintura que le realizó a Carlos Bianchi, técnico de Boca Junior, y que no se la pagó, pero le dijo que se la cobrara a “El Chicho” Serna.
Su riqueza espiritual va más allá de la económica. “Todo esto me ha servicio para ser mejor persona, a pesar de los desengaños de muchos de los hombres del fútbol, pues uno ve que ellos, teniendo buena capacidad económica, no se conduelen con muchos de los que le han tendido la mano en su momento”, concluye Urán Guzmán.
Ahora, a la espera de una operación en sus ojos por un problema de cataratas y que su EPS no ha podido prográmasela después de más de dos años ni con tutela abordo, quiere mantener ese intacto ese amor por su hija Luisa María, quien vive en Nueva York, y con sus hermanos, sobrinos y especialmente con su madre Georgina.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Nóndier, la salsa y su fútbol

La música de El Gran Combo de Puerto Rico o de Andy Montañez le da la alegría al vallecaucano Nóndier Romero y con ella trabaja para que las "Águilas Doradas" vuelen alto en la Liga Postobón II.
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Hace parte de los nuevos refuerzos que trajo el Itagüí Fútbol Club para la presente temporada. Después de una década en el balompié profesional llega al nido de las “Águilas Doradas” para entregarse por entero. Su historia de vida.
Roosevelt Castro B

Dice la filosofía popular que “es mejor atajar que empujar” y en el caso de Nóndier Humberto Romero Peña, nuevo defensor del Itagüí, la sabiduría del pueblo no se equivoca.
Las ganas, el ímpetu, la mística y el empeño que le puso a su sueño de ser futbolista profesional no lo detuvieron. “Desde pequeño he sido una persona muy independiente por el fútbol”, comenta el palmirano nacido el 22 de enero de 1979.
Es que no le valieron los castigos de su madre María Elena o de su padre Aquileo (fallecido) al benjamín de la familia Romero Peña, a él nadie lo atajaba. “Un día me pilló escapándome de clase para ir a jugar un partido el coordinador del Colegio Germán Nieto, donde estudiaba en Candelaria y me pidieron que llevara a mis padres. Usted se imaginará el castigo”, evoca Nóndier Humberto.
Sus inicios con la pelota en las selecciones de Candelaria y de Águila Roja lo llevan a la selección vallecaucana de fútbol y luego al Boca Juniors de Cali. “Nosotros vivimos en El Cabuyal. Mi papá trabajaba en un ingenio de azúcar y mis siete hermanos éramos muy unidos. Yo empecé jugando como delantero con Wilson Lenis y Antonio Llanos y luego Hernando Ángel me lleva al Boca Juniors”, recuerda el esposo de Lorena Caicedo y el padre de Sebastián y Nicolás.
Sus equipos
A los 21 años le llega la esperada oportunidad. “Llegué al América y el profesor Jaime de la Pava me pone a debutar en un partido contra Cartagena en La Heroica pero como marcador y ahí me quedé”.
Fue su primer premio como jugador, no solo por el inicio de su carrera como futbolista profesional, si no porque los directivos americanos le dieron un dinero extra por el punto que consiguieron como visitantes y que los mantenía en las primeras posiciones del torneo.
Con “Los Diablos Rojos” obtuvo los títulos en las temporadas 2000-2001. Para el año siguiente pasa al Atlético Quindío y contribuye a que los dirigidos por Eduardo Lara se coronen campeones de la Primera B profesional.
En diez años de vida como profesional del fútbol y luego de su trasegar por equipos como América, Quindío, Caldas y Huila recala al Itagüí para la presente temporada.
“Soy un privilegiado de Dios por estar en el fútbol, por eso les digo a los niños que se inician en este deporte y que si van a escoger esta profesión que deben entregarse de lleno porque al que le gusta le sabe y a mí esto siempre me ha gustado”, concluye Nóndier Romero.

Jonathan y sus sueños a la redonda

“Todo lo que construí con el fútbol me llevó a ser contratado por el equipo del que fui hincha en mi niñez, el Atlético Nacional y por eso estoy muy feliz”: Jonathan Álvarez Isaza.
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Es de Buenos Aires y es futbolista pero no es argentino. Hoy se presenta en sociedad con su nuevo equipo, el Atlético Nacional, en partido amistoso ante Millonarios (8:00 p.m.), en el Atanasio Girardot.


Roosevelt Castro B.


Sus sueños y la ilusión con la redonda se los inculca su padre Humberto, quien le espeta que “hay que tener metas en la vida y las metas hay que cumplirlas”. Con esa sentencia paterna, Jonathan Esteban Álvarez Isaza empieza a ver rodar el mundo del balón.
“Mi papá jugó fútbol como lateral izquierdo y lo hacía muy bien. Él tuvo una escuela de fútbol en el barrio Buenos Aires, donde me inicié. Nos “vendió” a mi hermano menor Cristian y a mí la ilusión y nos inculcó ese gran amor por la pelota, que todavía hoy nos mantiene vivos”, recuerda el nuevo volante de Atlético Nacional.
Sueños de balón
Las travesuras infantiles y el balompié, la única lúdica que conocía, las empieza a desarrollar en la escuela de fútbol de su padre Humberto y en los recreos del Beato Salomón donde realiza sus estudios primarios, con la mirada cómplice de su madre Claudia.
En el Club Pilsen se oficializa su ingreso al mundo del balón. “Allí jugué con Fredy Porras durante dos años en los torneos de la Liga Antioqueña de fútbol. Con ellos aprendí mucho, con mi papá que me decía que en la vida hay que tener metas y que siempre hay que cumplirlas y con Fredy quien siempre me orientó en ese camino”, rememora Jonathan Álvarez.
Una decisión paterna transforma la vida de la familia Álvarez Isaza: se trasladan al municipio de Envigado. “Hace diez años nos vinimos y el sueño de llegar al fútbol profesional se acrecienta cuando me inscriben en las divisiones menores del Envigado Fútbol Club. Allí don Gustavo Upegui (q.e.p.d)me colabora mucho y me decía que yo tenía que ser jugador profesional”, dice con nostalgia el hermano mayor de Cristian y María Camila.
Sus estudios secundarios en el Inem José Félix de Restrepo lo ven escapándose de clase para seguir soñando con la lunareja. “Al principio, a mis padres les dio muy duro y eran muy reacios pero luego entendieron que esto era lo mío, cuando Envigado me da la oportunidad y debuto con ellos en el 2003”, comenta el novio de Manuela, estudiante de diseño gráfico en Cali.
Luego va a prueba al Internacional de Porto Alegre en Brasil. Su paso por las tierras de la samba y de Pelé no llenaron sus expectativas. Regresa al Pereira, donde no tuvo muchos partidos y se vino para Medellín para luego recalar en el Rionegro de la primera B. “En Rionegro me fue muy bien, tanto así que el América de Cali me llevó pero por incumplimiento del contrato renuncio y tan solo un mes después soy fichado por el Deportivo
Cali, que adquirió mis derechos federativos y económicos. Con ellos salgo campeón de la Copa Colombia. Todo ello me llevó a ser contratado por el equipo del que fui hincha en mi niñez, el Atlético Nacional”, expresa con una rapidez pasmosa como lo hace con sus pases de gol a su compañero de equipo Diego Álvarez.
Hoy empieza a escribir su historia con el Cuadro Verde, cuando se enfunde la camiseta del equipo de sus amores... todo un sueño cumplido.