domingo, 19 de junio de 2011

Palomino, en cuerpo y alma


De Nechí para el mundo del fútbol. Un volante que transpira y siente la camiseta del Verde para este nuevo título del Club Atlético Nacional.
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Es el gladiador del mediocampo Verdolaga y el de mayor presencia esta temporada. Su aporte fue decisivo para el título once del Club Atlético Nacional. Su palabra clave: humildad.
Por: Roosevelt Castro B.
En Jairo Fabián Palomino Sierra, mediocampista del Atlético Nacional, se cumple perfectamente “el sueño del pibe”. A lo mejor Reinaldo Yiso y Juan Puey, autores de la letra de este famoso tango, se inspiraron en él.
El ‘Benjamín’ de la familia Palomino Sierra albergaba ese sueño: llegar al fútbol profesional colombiano. Su natal Nechí, un pueblo enclavado en el Bajo Cauca antioqueño, veía al pequeño hijo de Jairo, el carnicero del pueblo, recorrer sus calles con esa ilusión. Su madre Nancy, una hacendosa mujer, le preparaba sus alimentos, le lavaba sus pantalonetas, su buzo de portero y lo llenaba de cariños y mimos.
Sus tres hermanos le alimentaban las quimeras llenas de poesía futbolística cuando veía en la televisión las grandes proezas de los héroes del balón.
“Desde pequeño siempre veía fútbol y me llenaba de mucha ilusión. Abrigaba la esperanza de jugar algún día en el fútbol profesional y gracias a Dios se me dio la oportunidad”, evoca el buen volante verdolaga, amante del vallenato y de la música pop.
La Escuela Urbana del pueblo fue cómplice de sus travesuras infantiles y de su gran amor por la redonda. “Mis primeras enseñanzas en el pueblo me las dio José David Burgos y John Jairo Alemán. Allí empecé como portero y después como lateral y central”, recuerda Jairo Fabián, el número 14 del “Rey de Copas Colombiano”.
Un día del 2003 tomó su maleta llena de sueños y se vino para Medellín. “Jugué dos ‘Ponys’, uno en el 2000 y otro en el 2001 y por iniciativa propia me vine a probar con en el Envigado en el 2003, cuando estaba el ‘profe’ Rubén Darío Bedoya, quien me orientó en uno de estos torneos. Lastimosamente no quedé”, expresa el bachiller de la Institución Educativa Marco Fidel Suárez.
Eso no lo amilanó. “Llegué a Florida Soccer con Carlos ‘Pachamé’ Rendón y me quedé, hasta que ese Club desapareció en el 2005 y volví a Envigado con más ganas y esta vez sí se me dieron las cosas”, comenta con alegría el esposo amoroso de Ibeidy Ávila, ex voleibolista y estudiante de administración de empresas, y el papá de D’Alessandro y de D’Angelo.
Es que ese año de su regreso al cuadro Naranja, al joven volante le ocurren muchos sucesos que lo maduraron con una rapidez enorme como cuando recupera los balones para su equipo. “Ese año murió mi papá, conocí a mi esposa que es de Nechí y en ese entonces era estudiante de comunicación social, regresé al Envigado y estuve con las selecciones Colombia prejuveniles”, manifiesta con voz pausada Jairo Fabián, mientras le firma la camiseta a un hincha del Verde.
Los esfuerzos dieron sus frutos. En el 2006 ingresó a la plantilla envigadeña y su sueño se hizo realidad. Era el domingo 5 de noviembre y el profesor Miguel Cadavid lo llamó para darle la anhelada oportunidad. Transcurría el minuto diez del segundo tiempo y el equipo Naranja perdía 4 a 1 con el América en el Polideportivo Sur. Palomino ingresó por Pedro Pico. “Fue un poco agridulce porque ya el equipo descendía para la B, pero le puse muchas ganas”, dice con voz entrecortada el volante que se ‘come’ la cancha, así como lo hace con la bandeja antioqueña o el pescado frito.
Su talento contribuyó para que el Envigado Fútbol Club recuperara la categoría y disfrutara de su primer campeonato en el 2007, esta vez en la B profesional.
Con 20 partidos en la temporada 2008, Jairo Fabián fue adquirido por el Club Atlético Nacional para el segundo semestre. “Fue otro sueño convertido en realidad. Mi hermano, que también jugó fútbol pero no tuvo la fortuna, se alegró mucho. Es que en mi casa todos somos hinchas del Verde y llegar acá es lo mejor que me ha ocurrido en mi vida”, manifiesta con una sonrisa de oreja a oreja Palomino Sierra, el lector de pasajes bíblicos.
Ahora, con 98 partidos y 12 goles con el cuadro Atlético Nacional, se coronó campeón con el equipo que alguna vez en su niñez soñó jugar y que despertó hoy con la estrella once que ilumina su cielo futbolístico, así como lo hacen sus padres fallecidos.

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