lunes, 14 de septiembre de 2020

La tarjeta verde que premia el autocuidado durante la pandemia

 


Por: Linda Manuela García Vásquez *

La tarjeta verde, creada por el árbitro Roosevelt Castro se ha visto reflejada en las canchas de fútbol para premiar el juego limpio, pero después de la llegada del Covid-19 al país y a la ciudad de Medellín, se empezó a trasladar a las calles para premiar la buena cultura ciudadana frente a la pandemia.

En una alianza con la Secretaría de Cultura Ciudadana y la Alcaldía de Medellín, Castro decidió salir a las calles para resaltar el buen comportamiento de la ciudadanía con los protocolos de bioseguridad, así mismo, se le sacó tarjeta roja a aquellas personas que no estaban haciendo el uso adecuado del tapabocas.

“Yo le presenté un plan a la secretaría de cultura ciudadana y ellos lo aprobaron y me incluyeron en el plan estratégico de la comunidad artística de la ciudad de Medellín. Yo como “artista” quería ubicar las bondades de la tarjeta verde en el contexto de la cultura ciudadana” resalta Roosevelt.

En el mes de agosto se realizaron tres jornadas consecutivas para premiar el comportamiento de la sociedad en las calles y así incentivar a las personas a un cuidado personal y colectivo y reducir las posibilidades de contagio.

Las jornadas se desarrollaron entre el 18, 19 y 20 de agosto: el martes 18 de agosto el destino fue la Unidad Deportiva de Belén, el miércoles 19 de agosto, se concentraron en el Cerro de Las Tres Cruces y, por último; el 20 de agosto estuvo en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot. Estas fechas fueron definidas por el balance alto que se estaba presentando de personas contagiadas de Coronavirus y buscaba la reflexión de la ciudadanía para hacer un buen uso del autocuidado.

“Para definir los lugares donde se realizaría la campaña, la Alcaldía nos comentó en qué lugares podíamos hacer las jornadas de sensibilización y nosotros propusimos varios sitios, de los 6 sitios que sugerimos nos dieron dos y uno lo escogió la alcaldía. Nosotros propusimos la Unidad Deportiva de Belén y la Unidad Deportiva Atanasio Girardot y la alcaldía nos dio el Cerro de Las Tres Cruces” agregó Castro.

Con la realización de la campaña en un recorrido durante tres días consecutivos, fueron beneficiados alrededor de 800 personas a las que le llegó el mensaje de la tarjeta verde que Castro implementó con el desarrollo de activación del Fair Play (juego limpio) ciudadano.

“Por ahora, no se tienen programadas ninguna otra jornada de sensibilización por parte de la tarjeta verde, porque ya estamos prácticamente post pandemia y los de Cultura Ciudadana están pensando en unas estrategias diferentes con el programa Medellín me Cuida y Yo cuido a Medellín que son los programas de la Alcaldía de Medellín” Concluyó Roosevelt Castro.

Aunque no está programado continuar con las jornadas, el balance fue positivo porque fueron más gustos y agradecimientos por parte de la población cuando les sacaba la tarjeta verde, que los disgustos cuando veían un rechazo al no portar adecuadamente el tapabocas.

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* Estudiante de periodismo de la Universidad de Antioquia.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Marroquín y el juego limpio

 

Por: Roosevelt Castro B.

El doctor Cristhian Barnard, precursor del primer trasplante al corazón, murió de un ataque cardiaco. Beethoven, uno de los más grandes músicos alemanes, era sordo. Más aún Alfred Hichtcock, el maestro del suspenso, se mantenía irascible y era producto de sus temores y sus miedos. Son algunas de las paradojas más representativas de varios seres humanos que lograron trascender.

Con lo anterior puedo asegurar que el nombre de Luis Alfonso Marroquín Osorio giró entre lo paradójico “pues vivió para el juego limpio, pero la vida no le jugó igual”.

El Marroco que conocí

A Luis Alfonso Marroquín Osorio lo conocí en 1980. Hacía su tránsito de director técnico de los equipos del Colegio San Ignacio de Medellín a tomar la posta de Ramiro Monsalve en los seleccionados antioqueños, dos años después.

En esos momentos yo fungía una doble misión futbolera: dirigía un equipo llamado Medellincito y perifoneaba como periodista deportivo en el programa “Pantalla Deportiva”.

Medellíncito y el periodismo: dos retos simultáneos










Nuestra primera misión iniciando los 80's surgió de la necesidad obligada de “no frustrar los sueños futbolísticos” de varios niños que no dejaron participar en el último Babyfútbol organizado por Guillermo Hinestroza Isaza.

A finales de 1979, Hinestroza Isaza me llama para hacer parte de la organización de esta fiesta infantil de los goles y las gambetas. Él ya había tenido varios acercamientos con Hernán Gómez Agudelo, gerente del DIM, para realizarlo a nombre del cuadro rojo de Antioquia. Gómez Agudelo ya conocía la trayectoria del polifacético hombre de la pelota y la radio antioqueña, pues, al igual que él, he jugado en Huracán de Medellín, en los albores de la profesionalización del fútbol en Colombia.

De igual forma porque Hinestroza Isaza ya tenía la experticia en la realización de este tipo de eventos deportivos, pues tenía tres a cuestas cómo mandamás de Babyfutbol en Colombia.

Con el último realizado en 1973, en el Coliseo Cubierto Iván de Bedout, surgieron grandes figuras para El Poderoso. Gustavo Nilsen Zapata, Orlando Pérez, entre otros y quienes engrosaron la plantilla profesional roja, le dieron el recambio poderoso y la motivación dirigencial para volver a repetir este ágape futbolero.

Lo malo del asunto fue que el afamado periodista deportivo se fue “lanza en ristre” contra el dirigente del fútbol, ​​pues este, según Guillermo, “lo quería gratiniano”, es decir gratis.

Los micrófonos de Radio Popular y los fantasiosos personajes que salían de la potente voz de Hinestroza Isaza, empezaron a ridiculizar la situación. Chiflamicas Tumbalocas, El Padre Anacleto, Lepogo, Jaoral II, no callaron sus voces y “Goles y Comentarios” se convirtió en una especie de tribunal de Inquisición en contra de Gómez Agudelo.

La retaliación no se hizo esperar. A principios de diciembre le suspenden la licencia de locutor a Hinestroza Isaza. El Ministerio de Comunicaciones envío un prontuario al Radio sistema Federal y, por dos años, apagaron el micrófono para Don Guillo.

De igual forma, los dos equipos que habíamos conformado para competir en el Torneo fueron expulsados ​​sin mediar palabras. Así nació Medellíncito.

El Torneo infantil mutó su nombre. Ya no se llamó Babyfútbol sino “Torneo de la Esperanza”. El escenario no cambió: se realizó en el Coliseo Iván de Bedout, con mucha de la reglamentación primigenia como el límite de estatura. Gómez Agudelo incorporó a su equipo de trabajo al odontólogo Antonio Franco Ruiz y al entrenador de las divisiones menores José María Ramacciotti. De igual forma, un Hugo Castaño Triviño estampaba las camisetas y se encargaba de la logística del Festival, en el que salió campeón “El Dorado”, orientado por Elcías Pérez.

René Higuita, Andrés Escobar, Óscar “El Galea” Galeano, Tucho Ortiz Junior, Carlos Gaviria, Guillermo Álvarez, entre otros, surgieron de este festival infantil del balón. 

De otro lado, los pequeños poderositos del Medellincito recalaron a la Liga Antioqueña de Fútbol. Se inscribieron en la Cuarta Categoría, sin pago alguno. La Universidad Pontificia Bolivariana los cobijó. Allí entrenaron, allí sudaron, allí conocieron a Alberto Escobar Acevedo, un profesor del bachillerato e igualmente a un hombre que empezaría a transformar al balompié paisa: Luis Alfonso Marroquín Osorio.

Yo también recordé a “Pantalla Deportiva”, un espacio deportivo en el dial antioqueño, que se emitía por Radio Popular, del Radio sistema Federal. Lo dirigía Orlando Alarca Gaviria (QEPD), quien fuera “padre periodístico” de Anselmo Quiroz, Lucho Escobar, Santy Martínez, Eduardo Sánchez, Diego Echeverry, entre otros.

Marroco sigue la senda de Tucho y hace pasantía con Monsalve

Para 1981, llega a la dirección de los seleccionados antiqueños el bellanita Luis Alfonso Marroquín Osorio, asesorando al titular Ramiro Monsalve. Quiere darle orden a la casa, ya que el año anterior los juveniles han perdido el título, en partido extra jugado en Cali contra la selección Magdalena, por marcador de 1-0. En la blanca y verde de Antioquia jugaron Carlos Mario Hoyos, Santiago Escobar, Luis Fernando “Chonto” Herrera, Juan Jairo Galeano, Javier Arango, Luis Fernando Valero, entre otros. Los costeños tenían entre sus filas a Carlos “El Pibe” Valderrama. Después se conocería que los de la Costa Atlántica se despojados del titulo por “chanchullos” cediéndole la corona juvenil a Putumayo.

Marroquín criticó el “Juego sucio” costeño, por ello comenzó a depurar los procesos de inscripción de los jugadores. Así colaboró ​​un año con el fútbol maicero. 

Como una hormiga laboró ​​ese año, viendo cómo Antioquia se subía a lo más alto del podio en la categoría mayores y seguía en deuda con los juveniles y prejuveniles.

En 1982 ya es propietario del sillón de técnico. La deuda se saldó. Con nóminas de lujo y de gran riqueza técnica, la sub 16 y la juvenil se llevan el campeonato nacional. Luis Carlos Perea, Leonel Álvarez, Gustavo Pérez, Marcos Velásquez, Néstor Piza, Rubén Bedoya y René Higuita, entre otros, asumieron el reto de rescatar el oro para Antioquia y así darle el sexto título en la juvenil y el primero en la prejuvenil.

Y no sólo eso sucedió. El juego limpio comenzó a brillar por los estadios colombianos, de la mano del estratega antioqueño, nacido el 19 de enero de 1948.

Sin mácula

La Copa Coca-Cola sigue surtiendo la cantera del balompié nacional. En 1983, Antioquia repite título con los juveniles, bajo la égida del popular “Marroco”, con la asistencia de Hugo Castaño Triviño. Este último también llevó a Antioquia a obtener el máximo galardón de balompié nacional, pero con la categoría Prejuvenil.

El Fair Play se convierte en el estandarte maicero e igualmente en un estilo de vida. Los seleccionados antioqueños empezaron a marcar la pauta de juego limpio, en el balompié aficionado de Colombia.

Este mismo año viaja a Brasil. De allí trae un modelo de formación deportiva, que transformaría positivamente al fútbol colombiano. Las Escuelas de Fútbol son el modelo deportivo que empieza a inquietar al “eterno aprendiz”, como se autocalificaba este gran hombre del fútbol. Este sueño duraría en despertar tres años después.

Para 1984, Antioquia registró una nómina de lujo, en la que casi un 90% de sus integrantes casi tres años después se vistieron las camisetas del fútbol rentado colombiano.

Mauricio Porras, John Edison Álvarez, Gelvet Garzón, Arturo Cárdenas, Felipe Pérez, Wilson James Rodríguez, John Jairo Tréllez y René Higuita, entre otros, defendían el título obtenido el año anterior.

Pero ocurrió lo impensado: el adalid del juego limpio sufrió en carne propia la expulsión de su seleccionado. El jugador Campo Elias Zúñiga, de la subregión de Urabá, jugó con los papeles de su hermano menor Víctor Manuel. Antioquia fue descalificada.

La mácula recayó en el balompié aficionado nacional, pues, al descubrir otros chanchullos y las adulteraciones en la edad de algunos jugadores de Bolívar y Bogotá, la Difutbol le otorgó el título a San Andrés, seleccionado que ni siquiera participó en el hexagonal final que dictaminaba el campeón.

Igualmente, el patrocinador oficial retiró su apoyo definitivo al balompié aficionado del país.

Marroquín salió bien librado, pues se comprobó que el dolo fue del jugador y el “profe” no tuvo nada que ver en el asunto. El juego limpio del bellanita salió airoso y es premiado con dirigir la Tricolor nacional en el Campeonato Sub-20 antes del “Torneo Juventudes de América”, que se jugaría en Asunción, Paraguay, a principios del año siguiente.

Marroquín, “el tramposo tricolor”

Para 1985 logra asirse del mando de la selección Juvenil. Antes, y con los seleccionados colombianos, estuvo cercano a los procesos de Efraín “Caimán” Sánchez Casimiro, en la Copa América de 1983, y del médico Gabriel Ochoa Uribe, en las Eliminatorias al Mundial de México de 1986. Ellos arroparon el proceso del nuevo estratega nacional.

Lo que no conocían Sánchez Casimiro ni Ochoa Uribe es que Marroquín cambiaría el chip del jugador colombiano. Con base paisa, el bellanita comenzó a practicar lo que se llamó "el entrenamiento invisible" a sus dirigidos del combinado nacional.

Estuvo atento a todas “las trampas” en que caído lo jugadores, cómo sus malas inversiones del dinero, el manejo de la fama, el empleo de las horas de asueto, la vida noctámbula, y varios pecados capitales, para cambiarles el chip de ser mejores ciudadanos.

De igual forma, y ​​en los entrenamientos, hacía que los suplentes enfrentaran a los titulares vestidos con los colores distintivos de diferentes las selecciones con que iba rivalizar. Les espetaba que ninguno era superior al otro y que ambos tenían las mismas cualidades y por lo tanto de "camiseta no se ganaba". Esta fue una de sus “trampas predilectas”.

Ese cambio de mentalidad empezó a calar en sus pupilos. De eso son testigo mudo René Higuita, John Jairo Tréllez, John Edison Castaño, Wilson James Rodríguez, Romeiro Hurtado, Carlos Álvarez y Felipe Pérez entre otros, quienes vieron las bondades del nuevo estilo de este apóstol del Fair Play.

El Suramericano de Paraguay cambió la historia, Colombia fue tercera y clasificó por primera vez en un Campeonato Mundial de la categoría. La URSS esperaba a una tricolor ávida de seguir mostrando su evolución futbolística. Colombia pasó a la segunda fase, ganó por primera vez en un certamen orbital a Túnez 2-1. En la ronda siguiente se enfrentó a Brasil perdiendo 6-0, equipo que al final se coronó campeón mundial. Allí Colombia ganó el trofeo de Juego Limpio y al final ocupó el octavo puesto.

De igual forma, catapultó a muchos jugadores que, bajo la égida de Francisco Maturana, llevarían a nuestros seleccionados a tener presencia en tres Mundiales consecutivos y un título continental de clubes, con Atlético Nacional cómo campeón de la Copa Libertadores de América.

La Marroquín, pionera en formación y en Fair Play

El puntapié inicial es con equipo Los Grullitos, patrocinado por una empresa de calzado ubicada en Envigado. Luego, y en 1986, cambiaría su razón social para tomar el nombre de su fundador y vestir los colores amarillo y azul, similares a los de la selección Brasil.

Trabajar con mucho amor extensivo a la familia y crear buenos ciudadanos para la sociedad, fueron algunos de los muchos objetivos de esta Escuela deformación deportiva pionera en Colombia.

Igualmente, y con el estandarte Juego limpio, la Escuela Luis Alfonso Marroquín fue la primera del país. El modelo importado de la tierra de la Samba y de Pelé dio sus frutos.

Hugo Castaño, Abdiel Ocampo, Gonzalo Marroquín, Carlos Silva, entre otros, estaban integrando el cuerpo técnico y de docentes, que ayudaron a regar las semillas llenas de valores y de juego limpio del profesor Marroquin.

En el génesis de la tarjeta verde

Un día de 1996, el respetuoso del juzgamiento y sus normas, cómo lo aseveran algunos árbitros que pitaron algunos de sus partidos programados por la Liga Antioqueña de Fútbol y entre los que me estaban yo, me invitó a su oficina ubicada a pocos pasos de la Unidad Deportiva de Belén, sede de su Escuela. Él había visto mi manera peculiar de interpretar las 17 leyes del reglamento, que la complementaba con el de fortalecimiento en valores, a través de una laminita del Divino Niño.

-         Vi que su juzgamiento es muy didáctico con los niños y quiero felicitarlo, porque además lo complementa con los valores. Esto me gustó y quiero por ello hacer un pequeño regalo.

-         ¿Qué es profesor? Le pregunté apenado, mientras me sentaba en un sillón enorme y visitaba ese santuario en que había convertido su oficina, lleno de cuadros de certificaciones, recortes de prensa, fotos de Leonel Álvarez, René Higuita, Luis Carlos Perea, Gildardo Gómez, entre otros. Igualmente, de muchos trofeos de sus grandes triunfos en el deporte de sus amores y en los que no podía faltar los de Juego Limpio , lema que también estaba en el membrete de su correspondencia y en la portada a la entrada de la sede de su Escuela , encarnado en un niño futbolista pateando un balón.  

Salió de su oficina y me entregó un acrílico blanco con una leyenda en letras mayúsculas rojas que decía: Juego limpio, por favor.

_ ¡ Muchas gracias !, fue lo que alcancé a expresarle a este gran ser humano, uno de los 12 hijos de Luis Alfonso y de Ana Rosa (QEPD) e igualmente el padre amoroso de Ginna.

Casi un cuarto de siglo después, y en el 2009, su escuela cerró sus puertas y sus educandos no volvieron a pisar sus instalaciones, añorando sus enseñanzas llenas de valores y de juego limpio, heredadas de muchos de sus tutores, cómo lo fueron el padre jesuita Álvaro Vélez Escobar o el Rector del Colegio de San Ignacio, Fernando Londoño, en la época en que lo conocí.

Mi último encuentro con el revolucionario entrenador colombiano fue cerca a la entrada de la Unidad Deportiva de Belén, en Medellín, Colombia. Me dirigía para cumplir la misión de jefe de prensa del XVII Festival Escuelas de Fútbol de la Copa Acord, categoría sub 12, que organizaba el colega Jaime Herrera Correa. La estatua de Andrés Escobar Saldarriaga, conocida como “El Caballero del Fútbol, ​​fue testigo silencioso de nuestra corta charla.

-         He visto la evolución de su propuesta de Juego limpio y lo vuelvo a felicitar. Esa tarjeta verde que usted pregona va a ser muy valiosa para el fútbol. Fueron sus últimas palabras llenas de sabiduría de este hombre que fue todo corazón.

Ahhh ... y este trofeo personal de acrílico blanco con el valioso lema de Juego Limpio todavía lo conservo, añorando a Marroquin Osorio y su gran aporte que marcó la identidad de nuestro fútbol. Del mismo modo, el gran ser humano que murió “Sin carnaval, ni comparsa” como lo dice Piero en su cantar, entregando su corazón el pasado 2 de septiembre de 2.020 y con la gran paradoja de que “el fútbol no le jugó limpio a él ya sus grandes aportes ”. 

viernes, 4 de septiembre de 2020

La tarjeta verde que premia el buen uso del tapabocas

 


Por Pablo Arbeláez Restrepo.

Tomado de Cápsulas de Fútbol

 En la simpática vida de Roosevelt Castro siempre estará presente el otro yo, sin que falte como permanente compañía su famosa creación: la tarjeta verde.

Por lo regular, a este comunicador tolimense, pero más paisa que la arepa, se le conoce como periodista deportivo, jefe de prensa y hasta humorista. Pero en su álter ego (el otro yo) figura de manera recurrente el arbitraje, oficio y pasión que lo llevó a pensar en la práctica del juego limpio como estilo de vida ciudadano.

Como si se tratara del viejo Clark Kent de las revistas de caricaturas y de las películas de hoy, que esconde tras los anteojos y su trabajo como periodista al verdadero Superman, Roosevelt se dio a la tarea de buscarle el empleo adecuado a la tarjeta en tiempos de pandemia, para asumir el papel de Agapito Silva, un riguroso juez central que imparte justicia por medio del código universal del semáforo, el cual está implícito en el uso de las cartulinas amarillas y rojas del balompié como bien inmaterial de la humanidad.

El curtido comunicador que debe su nombre a dos expresidentes de los EE.UU. de apellido Roosevelt, movió sus contactos en plena crisis sanitaria y logró cautivar con la idea de la implementación a Lina Gaviria, de la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín, para sacar del guardarropa su colorido uniforme de árbitro y así lanzarse a la calle. Tras haber estado guardado por varios meses en casa, acompañando a su mamá Cecilia, dejó sus íntimos linderos, para premiar y estimular el uso del tapabocas o llamarle la atención, de buenas maneras, a quien no lo empleara de forma adecuada.

Roosevelt Castro, en compañía del fotógrafo Walter Urán, visitó tres puntos de la capital paisa, en medio de un panorama de soledad e infinita incertidumbre, pero con la infaltable presencia del público que realizaba actividad física por encima de las circunstancias de la época. Y para lograr el cometido del plan Medellín me cuida y sus estrategias público-privadas de #ColombiaArrancaSeguro y #YoCuidoaMedellín, fueron primero, con los mejores ánimos, a la unidad deportiva de Belén donde se topó con el exfutbolista Robeiro Moreno, quien jugó como profesional en Nacional, Once Caldas y Bucaramanga y que hoy labora en Habilidosos Fútbol club, teniendo frente así, como testigo mudo, la estatua de Andrés Escobar, el caballero del fútbol.

“Ver a un árbitro como Roosevelt en la calle mostrando las tarjetas es algo que no me lo esperaba y esto me causó una gran sorpresa. La metodología escogida me dio una positiva impresión, porque el uso de los tapabocas de forma correcta, es un aporte de cada uno de nosotros al bienestar ciudadano, ya que algunos, infortunadamente, se toman este asunto a la ligera”, anotó Moreno, quien también recibió la tarjeta verde como premio al acatar las normas.

Otros frentes

Roosevelt Castro enseña la tarjeta oficial de la campaña en pro del uso adecuado del tapabocas, teniendo como testigo mudo la escultura de Andrés Escobar, el caballero del fútbol.

La pareja de comunicadores también visitó en su recorrido la base del Cerro de las Tres Cruces, en la parte alta del barrio Belén, y la unidad deportiva Atanasio Girardot, donde tuvieron un agradable encuentro.

“Cuando me lo encontré me sorprendí. De inmediato me mostró y me entregó la tarjeta verde. Fue muy agradable ver que una persona vestida de árbitro hiciera la campaña como una muestra de cultura ciudadana, porque cuidarse uno es cuidar a los demás”, cuenta la tecnóloga en Sistemas de Información, Adriana Patricia Gómez, guardiana especial de la estrategia de Vías Activas y Saludables (VAS), promovidas por el Inder de Medellín, que laboraba ese día en el anillo interior que circunda al escenario futbolero.

Allí en los alrededores del coloso de la carrera 74 y en otros sitios en los que el periodista-árbitro desarrolló las activaciones del Fair Play ciudadano, al verlo llegar ataviado con su traje de silbato, con las tarjetas oficiales de la campaña, -verdes con un emoticón amarillo, luciendo el tapabocas en el anverso, y rojas en el reverso-, y con una pieza publicitaria de Estado de cuidado total, la gente reaccionó en su mayoría de forma positiva. Claro que no faltó quien lo evadiera, para no recibir la tarjeta púrpura como “regalo” por no llevar el barbijo, pero algunas de las personas que abordó lo premiaron con voces de aliento: “usted es el Mockus de la tarjeta verde”, le dijo un señor a manera de agradecimiento.

Otra de las acciones que lo sorprendió fue la de un niño que iba en compañía de sus padres, quien recibió gustoso la cartulina verde de la campaña y reaccionó mostrándosela de vuelta al pintoresco árbitro callejero.

La campaña, cuenta Roosevelt, dio buenos frutos, al repartir más de 800 tarjetas oficiales, con señales de agradecimiento por parte de los ciudadanos, así tuviera algunos tropiezos como el sucedido con una jovencita que le hizo borrar las fotos a su reportero gráfico, porque le había sacado la tarjeta roja, o la molestia que sintió al ver cómo algunos jóvenes andaban por las vías de Medellín sin ninguna clase de protección, lejanos al acatamiento de las recomendaciones y de las normas impartidas por el Gobierno debido a la presencia de la covid-19.

Para su fortuna, el peculiar juez, que estaba protegido con una careta de vinilo y el tapabocas, para evitar el contagio del coronavirus, quedó satisfecho con esta que fue su primera experiencia en el sector público, la que tildó como “una montaña rusa de emociones”. Pero lo verdaderamente importante era sembrar la inquietud en la gente, como parte de esta campaña de autocuidado.

Así Roosevelt Castro saliera esta vez en condición de Agapito Silva, siguiéndole los pasos a Clark Kent y a Superman, por aquello del otro yo, a manera de paladín de la justicia arbitral y la sana convivencia ciudadana, la tarea se cumplió al pasar de las canchas a la calle, dejando tras de sí un gratificante mensaje de civismo, urbanidad y juego limpio con los demás.