Por Pablo Arbeláez Restrepo.
Tomado de
Cápsulas de Fútbol
Por lo regular, a este comunicador tolimense, pero más paisa
que la arepa, se le conoce como periodista deportivo, jefe de prensa y hasta
humorista. Pero en su álter ego (el otro yo) figura de manera recurrente el
arbitraje, oficio y pasión que lo llevó a pensar en la práctica del juego
limpio como estilo de vida ciudadano.
Como si se tratara del viejo Clark Kent de las revistas de
caricaturas y de las películas de hoy, que esconde tras los anteojos y su
trabajo como periodista al verdadero Superman, Roosevelt se dio a la tarea de
buscarle el empleo adecuado a la tarjeta en tiempos de pandemia, para asumir el
papel de Agapito Silva, un riguroso juez central que imparte justicia por medio
del código universal del semáforo, el cual está implícito en el uso de las
cartulinas amarillas y rojas del balompié como bien inmaterial de la humanidad.
El curtido comunicador que debe su nombre a dos expresidentes
de los EE.UU. de apellido Roosevelt, movió sus contactos en plena crisis
sanitaria y logró cautivar con la idea de la implementación a Lina Gaviria, de
la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín, para sacar del guardarropa su
colorido uniforme de árbitro y así lanzarse a la calle. Tras haber estado
guardado por varios meses en casa, acompañando a su mamá Cecilia, dejó sus
íntimos linderos, para premiar y estimular el uso del tapabocas o llamarle la
atención, de buenas maneras, a quien no lo empleara de forma adecuada.
Otros frentes
Roosevelt Castro enseña la tarjeta oficial de la campaña en
pro del uso adecuado del tapabocas, teniendo como testigo mudo la escultura de
Andrés Escobar, el caballero del fútbol.
La pareja de comunicadores también visitó en su recorrido la
base del Cerro de las Tres Cruces, en la parte alta del barrio Belén, y la
unidad deportiva Atanasio Girardot, donde tuvieron un agradable encuentro.
Allí en los alrededores del coloso de la carrera 74 y en
otros sitios en los que el periodista-árbitro desarrolló las activaciones del
Fair Play ciudadano, al verlo llegar ataviado con su traje de silbato, con las
tarjetas oficiales de la campaña, -verdes con un emoticón amarillo, luciendo el
tapabocas en el anverso, y rojas en el reverso-, y con una pieza publicitaria
de Estado de cuidado total, la gente reaccionó en su mayoría de forma positiva.
Claro que no faltó quien lo evadiera, para no recibir la tarjeta púrpura como
“regalo” por no llevar el barbijo, pero algunas de las personas que abordó lo
premiaron con voces de aliento: “usted es el Mockus de la tarjeta verde”, le
dijo un señor a manera de agradecimiento.
Otra de las acciones que lo sorprendió fue la de un niño que
iba en compañía de sus padres, quien recibió gustoso la cartulina verde de la
campaña y reaccionó mostrándosela de vuelta al pintoresco árbitro callejero.
La campaña, cuenta Roosevelt, dio buenos frutos, al repartir
más de 800 tarjetas oficiales, con señales de agradecimiento por parte de los
ciudadanos, así tuviera algunos tropiezos como el sucedido con una jovencita
que le hizo borrar las fotos a su reportero gráfico, porque le había sacado la
tarjeta roja, o la molestia que sintió al ver cómo algunos jóvenes andaban por
las vías de Medellín sin ninguna clase de protección, lejanos al acatamiento de
las recomendaciones y de las normas impartidas por el Gobierno debido a la
presencia de la covid-19.
Para su fortuna, el peculiar juez, que estaba protegido con
una careta de vinilo y el tapabocas, para evitar el contagio del coronavirus,
quedó satisfecho con esta que fue su primera experiencia en el sector público,
la que tildó como “una montaña rusa de emociones”. Pero lo verdaderamente importante
era sembrar la inquietud en la gente, como parte de esta campaña de
autocuidado.
Así Roosevelt Castro saliera esta vez en condición de Agapito
Silva, siguiéndole los pasos a Clark Kent y a Superman, por aquello del otro
yo, a manera de paladín de la justicia arbitral y la sana convivencia
ciudadana, la tarea se cumplió al pasar de las canchas a la calle, dejando tras
de sí un gratificante mensaje de civismo, urbanidad y juego limpio con los
demás.
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