Tomado de:https://oemoda.wordpress.com/2013/06/11/palabras-magicas/
Mas
yo os digo que toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ello darán cuenta
en el juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras
serás condenado.”
(San Mateo. Capítulo 12 Versículos 36-37)
Por: Roosevelt Castro B. Periodista ACORD-Antioquia (*)
Este 12 de octubre se
celebra otro año más del día del periodista deportivo y quiero reflexionar
acerca de nuestro instrumento más importante: el lenguaje, especialmente en el
deporte y me detendré para hacer énfasis en el fútbol.
Es que muchos son los tratados
que, acerca de esta disciplina deportiva, se han escrito. Todavía, hoy por hoy,
incrustado en la dinámica económica del capitalismo salvaje, sigue siendo tema para profundos estudios y análisis. Paralelo a su origen se han generado espacios
para la socialización de los seres humanos y casi que simultáneamente a su práctica
profesional, se dio inicio a otra actividad que ayudó a su evolución y
desarrollo: el periodismo deportivo.
Con el mismo discurso bélico, el cronista
deportivo relata las grandes hazañas de sus héroes creando, con sus palabras,
seres míticos con pies de barro.
El poder de las palabras
Los Mayas tuvieron un Dios para las palabras. Su
nombre: Itzamná, que era el Señor de los
cielos, de la noche y del día. Fue el primer sacerdote, el inventor de la
escritura y de los libros (códices); por extensión, creador del calendario.
Los griegos y los romanos no. Para su desgracia (y, probablemente, la nuestra) tuvieron
semidioses: aquellos héroes mitológicos
a quienes colocaban entre sus deidades. Les atribuyeron virtudes que
giraron entre lo humano y lo divino. El grupo humano prehispánico del sureste
de México, Guatemala y Yucatán entendió, como ahora lo ahora lo hacemos, el
gran poder que tiene la palabra.
Zvetan Todorov, lingüista
polaco, asevera que las palabras crean
realidades y que nada existe, ningún objeto del mundo real existe hasta
que no sea nombrado. Muchos semiologos,
apoyándose en las tesis de Todorov, han interpretado la Biblia y en su
hermeneutica han coincidido con el lingüista polaco en
ese “poder” que tiene la palabra.
Un poder que va más allá de
un discurso grandilocuente, pues el lenguaje no
sólo describe las cosas, hace que las cosas sucedan, el lenguaje es
acción.
“Ese hombre tiene más poder
que yo” dijo el Jaibaná Salvador para referirse al periodista Juan José Hoyos.
Sí, el periodista y el periodismo tienen ese poder, sobretodo el de servir,
para que no nos dominen con el miedo y
el escándalo. Un poder entendido como un periodismo de servicio y no como un periodismo de destrucción, o de estragos
o de muerte.
Todas las consideraciones
anteriores son las que tendremos en cuenta para tratar de reflexionar acerca
del contenido violento de las palabras en el periodismo deportivo,
especialmente en el medio radial, dado muchas veces por el mal uso del
lenguaje.
El
Leguaje verbal: ¿Discurso violento?
Al contrario de lo que sucede en la prensa, medio en
el cual se pueden editar y corregir los artículos, en la radio, especialmente
en los programas que se emiten en vivo, y ante la inmediatez del medio, es
difícil realizar la labor de “devolver lo que se ha dicho”.
El uso del lenguaje que hacen los periodistas
deportivos radiales crea en los oyentes el convencimiento de que todo lo que
dicen es correcto e incorporan todos esos términos a su vocabulario, aunque
sean incorrectos.
Desde que iniciamos nuestra
carrera, para luego graduarme como comunicador social periodista en la
Universidad de Antioquia, he escuchado decir que los medios de
comunicación deben cumplir una triple
función con respecto al público: informar, entretener y educar.
En lo que tiene que ver con
los programas deportivos radiales podemos decir que cumplen con la parte de la información, y esto se puede deducir
con sólo hacer un recorrido por el dial, en el que se encuentra variedad de
estilos, enfoques y horarios, con un amplio contenido y, además, gran cantidad
de pauta publicitaria.
Con el entretenimiento podemos afirmar, de igual
manera, que están cumpliendo, lo que se deduce de los resultados de estudios de
sintonía, en los que los resultados de este tipo de programas siempre ocupan
los primeros lugares, hecho que se ve reflejado también en el tema de la pauta
publicitaria que ya tocamos en el punto anterior.
Pero cuando miramos la
tercera parte del enunciado, la de la educación, nos encontramos con que el
lenguaje que utilizan los periodistas deportivos radiales está plagado de
vicios e incorrecciones, que al salir al aire por prestigiosas emisoras y
cadenas y de la boca de comunicadores con trayectoria, se convierten casi en
dogmas de fe para los oyentes, que los incluyen en su vocabulario como válidos,
con lo cual el resultado es contrario: en lugar de educar contribuimos con la
perversión del uso del lenguaje
Podemos citar algunos de esos casos de ese mal uso en los espacios deportivos:
·
Extranjerismos.
·
Dequeismo y antidequeismo.
·
Neologismos.
·
Mal uso de las contracciones.
·
Mal uso de los términos por desconocimiento de su
significado.
El deporte, como expresión
moderna, ha logrado penetrar y permear todas las esferas sociales. Cuando a
fines del siglo XIX, y en plena “Era Victoriana”, en Inglaterra se incorporaron
éstos modelos de asociación y socialización de las elites pocos “preveían” que
lo que les servía como solaz, sosiego y “uso de su tiempo libre” se convertiría un siglo después en un negocio
lucrativo y un espectáculo, que seguirían con mucha curiosidad un cúmulo de personas en todo el mundo.
El lenguaje deportivo es
herencia de esa realidad, en especial anglosajona. Muchos de los conceptos y
términos vienen del “viejo continente”, especialmente de Inglaterra y existe la
dificultad de la adaptación de estos términos y de la incorporación de
determinadas innovaciones, no siempre acertadas. Veamos algunos ejemplos:
Amateur: Deportista aficionado que practica y
participa por placer o amor al deporte sin esperar recompensa.
Backspol. (Softbol y Béisbol). Valla o malla
situada detrás del receptor.
Ball Trap: (Tiro) Aparato para lanzar paltos u
objetos.
Catcher: (Béisbol y Softbol). Receptor.
Clinch: (Boxeo) amarrarse, abrazarse o cogerse los
boxeadores entre sí.
Challenger: Retador.
Cross
Country: (Atletismo). Carreras
con Obstáculos a campo traviesa.
Derby: (Equitación) Carrera de Milla y media para
potros de menos de tres años.
Flicflac: (Gimnasia). Ejercicio gimnástico que
consiste en realizar un volteo hacia atrás partiendo de la posición de pie.
Fly: (Béisbol y Softbol). Cualquier bola bateada
que se eleva en el aire
Home Run (Béisbol y Softbol). Plato, base, meta,
lugar de partida y llegada de los corredores.
Mach
point: (Tenis de campo). Punto de partida.
En cuanto al dequeísmo y al antidequeismo encontramos
que es común escuchar en los programas deportivos frases como “estoy seguro que
el equipo mejorará…”, “pienso de que se ha hecho un buen trabajo…”, etc.;
cuando lo correcto sería decir “estoy seguro de que…” y “pienso que…”.
Un truquito para identificar cuando se debe usar de
antes de que, consiste convertir la oración que
vamos a escribir o a pronunciar en
pregunta: si queremos referirnos a estar
seguro de algo entonces nos preguntamos ¿de qué estoy seguro? Si vamos a hablar de pensar en algo entonces
preguntamos ¿qué pienso?
También es frecuente el mal uso de las contracciones
gramaticales. El Español sólo tiene dos contracciones: al y del, que surgen de
unir las preposiciones a y de con el artículo el, y cuyo uso casi nunca es correcto
en el discurso deportivo. Por ejemplo se dice “el jugador fue transferido a el América de Cali…” o “el jugador
ya es de el América de Cali…”. Lo
correcto es decir: “al América…” y “del América…”.
La excepción de esta norma se da cuando se habla de
nombres propios que incluyen el artículo el:
“el atleta viajó a El Santuario…”
“…el jugador fue transferido a El
Nacional del Ecuador…”.
Los narradores y comentaristas deportivos caen con
frecuencia en el error de utilizar términos que les escuchan a sus colegas, sin
preguntarse si esa palabra existe o si significa la que se quiere expresar. Es
común escuchar la palabra “falencia”
cuando a lo que se refieren a una
carencia de un deportista o de un equipo, por ejemplo: “la principal falencia del poderoso es que no tiene
un volante de creación…” y si buscamos el significado de falencia encontramos que este término quiere decir error y quiebra
de una empresa.
En la pasada final del fútbol profesional colombiano
se puso de moda la palabra revulsivo para referirse a un equipo que jugaba mal
en el primer tiempo pero en el segundo cambiaba totalmente: “ por fortuna el
Medellín es un equipo revulsivo y en
el segundo período mejorará su actuación…”. Revulsivo es derivado de revulsión, que significa irritación
local provocada, ¿o sería qué los comentaristas querían expresar que el
Medellín es un equipo que provoca irritaciones locales? En ese caso no sería
una fortuna ni para el Medellín ni para sus hinchas.
Al fútbol colombiano vienen muchos jugadores
argentinos con gran cantidad de términos que de inmediato ingresan al listado
de palabras de nuestros cronistas deportivos, quienes los usan sin detenerse a indagar acerca de sí son
correctos o no. En esta categoría encontramos entreno en lugar de entrenamiento
y revisación médica en vez de revisión médica, para sólo mencionar
dos perlas de las muchas llegadas desde el sur del continente.
Otro vicio muy arraigado en el periodismo deportivo es
el de convertir los sustantivos en verbos, por ejemplo el sustantivo recepción que es la acción de recibir,
fiesta que se ofrece en honor de alguien o de unos recién casados, sitio de
admisión en edificios y oficinas, se convirtió en el flamante verbo recepcionar: “el delantero recepcionó
con el pecho y remató al arco…” “el balón surca las nubes y Valderrama
recepciona con la pierna derecha…”.
¿Balacera?
Con respecto al lenguaje, Hugo Ramírez Ospina,
psicólogo antioqueño, indica que: “no es tan inocente como nosotros creemos. El
lenguaje hace que las cosas sucedan, es acción. Por eso en la ontología del
lenguaje se habla de que nosotros somos lo que somos por el lenguaje”. Y agrega el psicólogo “paisa”: “Yo le digo a
una persona “perdón” y cambio cuatro años que perdí con ella. De pronto le digo
a otra persona “gracias” y solamente esa expresión cambia mi relación con ella
y yo me encuentro con una persona y trabajo cinco años con ella, y de pronto le
digo “tu me gustas” y mañana el encuentro de nosotros es diferente “
Nos enteramos a través de
los medios de comunicación que nuestro país está en crisis, que el clima es
denso y muy convulsionado. El lenguaje que escuchamos depende de quien está
haciendo el planteamiento. Es así, para dar un ejemplo, que los muertos de la
guerrilla son bandoleros para el ejército, si los muertos son del ejército,
fueron salvajemente asesinados por la guerrilla.
En todo este proceso tan
agresivo, de guerra, que estamos viviendo, debemos, entonces, tener presente el lenguaje. Yo pienso que no
podemos hacer paz mientras no cambiemos las estructuras lingüísticas. Nosotros
somos lo que somos por le lenguaje. Primero se planteaba que el hombre es un
ser racional, hoy se dice que el hombre es un ser lingüístico. El lenguaje nos
constituye en lo que somos nosotros.
La psicología popular tiene una frase muy bonita: Dime cómo hablas
y te diré quién eres. El lenguaje de un
pueblo es el reflejo de su alma. Nosotros difícilmente saldremos de un proceso
conflictivo mientras estemos en una balacera
lingüística en todos los dominios del saber.
Esta situación la estamos percibiendo en el
terreno del deporte, es que la actividad muscular ni siquiera escapó de ese
lenguaje agresivo. Cuando estamos en fútbol escuchamos expresiones como éstas: tiro de esquina, fusilaron al portero, el
jugador hizo un disparo, el delantero sacó un riflazo, el balón como una bala atravesó la red. Es decir: un lenguaje totalmente bélico.
¿Códigos
bélicos?
Los periodistas deportivos
emplean un código connotativo plagado de figuras retóricas. Este código está
formado por varios subcódigos: El subcódigo militar-patriótico, el económico,
el erótico, el cultural-artístico, el festivo-cotidiano, el religioso-mágigo.
Cada subcódigo es un universo de referentes poéticos, en catalogo de figuras
con los cuales se compara la acción de los jugadores y la actividad que se
genera en el partido de fútbol.
En el primer subcódigo, el
fútbol es una actividad análoga a un rito guerrero, es un “duelo” entre
iguales. El discurso periodístico deportivo revive en cada partido esta vieja
analogía con términos lingüísticos que connotan violencia, interpretando el
juego arriesgado y creativo del fútbol como un acontecimiento militar. ES una
guerra en la que se utiliza todo tipo de armamento ofensivo: fusiles, cañones, morteros,
misiles, etc (Golpear duro el balón desde los once metros es “fusilar” el
portero; un “tiro” duro al arco es un
“Cañonazo” o un “riflazo”; cuando un jugador falla en su intento de pegarle a
la pelota se dice que “se le encasquilló el guayo”). En la cancha hay dos ejércitos
(dos escuadras, dos legiones) que, respetando las reglas como en lo combates
antiguos tratan de llegar hasta el fondo del territorio contrario, aspiran a
derribar las últimas posiciones enemigas. El vencedor impone el orden y somete
al otro.
En las confrontaciones
internacionales entre seleccionados nacionales, el prestigio del país está en
juego. Son un campo abonado para la
expresión de un nacionalismo cerrado y agresivo. El espectáculo
deportivo es un ritual de confrontación que se dirime en un terreno
convencional (en un terreno neutral, una cancha de fútbol y un estadio). El
equipo se compara con un ejercito que conquista glorias y honores para el país
o la región, que ataca(“no da un brazo a torcer”), que defiende su territorio
(“al invasor”),. Como el triunfo se premia con condecoraciones, la derrota es
una vergüenza: es “Una página oscura de la historia”, un desastre histórico.
Los jugadores son héroes gloriosos (“los once leones que se batieron”) símbolos
patrios que exaltados hasta el límite del valor lo entregan todo.
En el subcódigo económico el
equipo cuando triunfa es “una maquina que crea riqueza”, es una “fábrica de
goles”. A lo largo del partido el jugador “ahorra” “gasta” o “administra sus
energías”, “explota sus recursos” “produce resultados”. Cuando un jugador tiene una actuación deficiente y de un
momento a otro hace un jugada brillante
se dice que “saldo la deuda con el
público”; un buen portero “es un garante”; el desempeño de un equipo se traduce en
que se le “contabiliza” las
oportunidades de gol, se le “hace un balance positivo o negativo” después de
cada jornada; cuando se gana “se logra
la eficiencia, se “logra un buen coeficiente”. Hay otros conceptos económicos
como: “hace un buen negocio”, “bonifica”.
Además, la relación del
hincha con su equipo es vista como una
relación amorosa: Como un ídolo. El eros
y el thanatos, el amor y la muerte se
expresan en la cancha. En el subcódigo erótico el gol como un coito, es un
ascenso repentino que desemboca en un
clímax explosivo. El balón “besa la red”, “acaricia las manos del portero”; el
gol es como una ruptura del himen, la
portería que no ha sido vencida
“permanece virgen y “el primer
gol es como el primer amor” pues se conserva en el recuerdo para toda la vida.
Quien tiene la posibilidad de ganar
“acaricia el triunfo”. “la pelota es como una mujer: vamos a ver quien
la trata mejor” “. El que busca durante
todo el partido la pelota y la mete a la red y hace el gol “se saca la
espinita”.
También, es frecuente hacer
referencia al discurso religioso, a los ritos litúrgicos y el corpus doctrinal
del catolicismo. Con estas comparaciones la fiesta profana del balompié, se
sacraliza. El partido tiene ecos mágicos:
el director técnico “tiene la varita mágica para cambiar el accionar del
equipo”, en le campo “se realizó un conjuro”, el jugador estrella “está dotado de una chispa divina”, con su ingenio y buena suerte
“puede hacer un milagro”, el equipo tuvo
“que traer una camándula para contar los goles”. Un gol difícil es
“esperar un milagro”. El estadio es “la cancha sagrada”, “la catedral” o “el
templo”, es el lugar del culto; jugar de visitantes y ganar es “profanarlo”. El gol es el objeto
principal del culto. Los goleadores celebran sus anotaciones de rodillas y con
las manos levantadas dando “gracias al altísimo” Cuando se inicia el partido y
la suerte está echada “que sea lo que Dios quiera”. Las derrotas en un
campeonato o evento internacional también tienen analogía religiosa: Cuando un
equipo favorito pasa a decepcionar a su público se dice que “fue al cielo y se devolvió” “Pasó de las puertas del cielo a las del infierno”. El árbitro tiene
un perfil sacerdotal, los asistentes arbitrales son sus coadjutores. El árbitro
condena con la tarjeta roja que e convierte en “un pecado mortal” o con la
tarjeta amarilla que es “un pecado venial”.
Lo anterior con respecto a los subcódigos en
el lenguaje deportivo, de los que habla el Semiologo y comunicador Federico
Medina Cano.
¿Prensa
violenta?
La prensa escrita no ha escapado a este
flagelo del lenguaje agresivo y violento. Hemos hecho un sucinto análisis de
este tipo de lenguaje en el periódico.
Hay titulares y frases como éstas: “Mañana
Antioquia en la pelea” ¿y quién dijo que íbamos a pelear, cuando lo que
realmente era que nos íbamos a reunir con otras personas y a disfrutar de otra
cosa? ; “Crucial choque futbolero”, es que cuando uno se imagina que hay
un choque, ya de lo que se está hablando
es de damnificados, de agresión y de sangre y de terrorismo.
Cuando se dice esta frase: “El equipo tiene en sus
filas a Rubencho” Es que filas es una cuestión marcial. Se imagina
que es un soldado y no un futbolista.
Hernán Dario Gómez, director técnico de la selección ecuatoriana de fútbol, dio
estas declaraciones antes del partido contra Brasil: “Mañana saldremos
con todas las baterías al campo
de batalla, porque daremos la guerra hasta el final, vamos a quemar los últimos
cartuchos” ¿Cuál es la diferencia de esto con una quema de una población? ¿Cuál es la diferencia de esta expresión
lingüística con una masacre en un poblado? La gente se prepara para un partido,
como los televidentes, cuando la guerra del golfo Pérsico, que la pasaban por
televisión: era otro programa más de suspenso.
Solamente analicemos los
sobrenombres de algunos deportistas y eso le da la idea a uno de por dónde
estamos caminando: “El Bombardero” de
Barranquilla; ¿Pero que tiene que ver
una persona con mucha potencia en sus piernas con una maquinaria bélica?; “El misil” Restrepo;
¿Qué puede sentir una persona con ese nombre?; “El matador” Salas o “El Panzer”
Carvajal; como si esto fuera un escuadrón
o una unidad alemana que está en conflicto bélico con otras personas.
Otro apelativos como “El artillero del
equipo”, “El Búnker” de la selección, “El
estratega de la escuadra”, son
otros claros ejemplos de lenguaje bélico del balompié.
Observemos el boxeo. Sólo
con decir: “mañana será la pelea” ya
se indica que no es un deporte. No es la agilidad de la persona
que tiene una filigrana corporal
para hacer un deporte, sino que es un combate: “mañana va a haber un combate”, exactamente como pasa en las
montañas de Colombia. Que el boxeador bajó la guardia o Asalto como las secciones, los segmentos
en que se divide un encuentro de boxeo, ¿un
asalto? , uno se imagina un atraco.
Además, y en ese mismo orden
de ideas, cuando el "pecoso"
Castro dirigía al Cali, era un técnico mañoso y tramposo, pero cuando vino al
Medellín, era un gran estratega.
Calero era un payaso en el
Cali, pero era el "show-man" Calero en el Nacional.
Recodamos que Antony de
Melo, a través de uno de sus personajes, manifestaba que si alguien de otro partido llegaba al nuestro,
era un converso. Y que si alguien se retiraba de nuestro bando, era un traidor.
Todo depende del cristal con
que se mire.
El deporte es confrontación,
competencia individual o colectiva. El deporte es un sustituto, es sucedáneo de
la guerra.
Los términos que se escuchan
en la transmisión radial futbolera obedecen más a los de una batalla: dispara,
ataca, patea, defiende, pega fuerte, agrede, enemigo, cuchillada, etc. En síntesis, es un lenguaje guerrero, se
habla de falta y de castigo.
Uno no puede decir: El
jugador levanta la pierna y con su guayo toca el balón tan fuerte que llega al
rincón donde el arquero no puede llegar, lo único que uno puede decir es
dispara. El deporte como sucedáneo de la guerra contiene un lenguaje guerrero,
una actitud guerrera que predispone a los contendores a eliminar al contrario
sin consideración alguna, pues se trata de vencer al oponente a como de lugar.
Los juegos olímpicos nacen
en la Grecia antigua. Los pueblos que mantenían disputas, que se iban a la
guerra según la necesidad, se idearon una forma de pelear sin arriesgar muchos
muertos, eligiendo a un representante por bando para que se enfrentaran en una
lucha. El pueblo victorioso era el del
gladiador ganador. La lucha de David y Goliath.
Con el tiempo, se fueron
ideando diversas competencias en las que se podía demostrar la destreza, el
poder, la inteligencia, la fuerza, fue así como fueron naciendo los juegos
olímpicos. Se realizaban para unir los pueblos, para zanjar las disputas
internas, para dar término a todas las dificultades que obstaculizaban la
terminación de un acuerdo.
En un mundo convulsionado,
en que los odios étnicos, culturales y religiosos están al orden del día, el
deporte como expresión de identidad, se convierte en instrumento político que
esgrimido y manipulado por los gobiernos, exacerba los ánimos y fomenta un
malentendido patriotismo que decanta en chauvinismo y xenofobia patentizado en
las barras bravas y los grupos neonazis o cabezasrapadas.
La globalización ha hecho
que la gente responda a esta invasión neoliberal con tradiciones de la cultura
local. En los Estados Unidos, en los últimos quince años no se ha creado un
solo puesto de empleo. La crisis es mundial.
Los hinchas manipulados por
agitadores anarquistas son capaces de matar diluyendo la culpa pues lo hacen en
grupos considerables, luego nadie es culpable. Los medios tienen gran
incidencia en este comportamiento. Las arengas son en contra del oponente.
El deporte, concebido al
principio como reemplazo de la guerra, tiene que ser constructor de paz y no de
violencia. Y para hablar de paz, necesitamos
de una zona de despeje lingüístico, en donde tuviéramos tener, por lo menos, acantonadas a las personas que están haciendo ese daño.
Pero...
¿Quiénes son los “culpables” de esta balacera lingüística?
Federico Medina Cano,
semiologo y profesor de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad
Pontificia Bolivariana, indica que en la transmisión deportiva se articulan
dos tipos de discursos: la narración y el comentario. No son independientes,
los dos se integran aunque cada uno de ellos cumple una función diferente.
En la narración el sujeto de
la enunciación en la transmisión deportiva asume frente a los sucesos a los que
debe referirse una actitud narrativa. Lo que ocurre en el terreno de juego lo
acomoda el narrador a la s reglas, a los códigos, a los modelos de narración
conocidos, la acción se estructura según un orden temporal. Sigue la acción
paso a paso y construye, en su discurso, la secuencia lineal de los sucesos,
con sus actos grandes o pequeños. Su actividad está determinada por la
unidireccionalidad del tiempo.
Cuando el periodista elige
la estructura narrativa le impone a los hechos un determinado formato. Toda
narración es una instancia cultural que se sobrepone a la realidad con el fin
de hacerla comprensible y legible. El narrador es un fabulador que en su
trabajo selecciona, omite arbitrariamente parte de los acontecimientos y
recompone lo ocurrido.
El comentario es un tipo de
discurso diferente a la narración y
obedece a lógicas distintas. Es mucho
más libre e imprevisible. Como un juicio sobre
la acción es más abierto en su formal. Es un discurso interpretativo y
valorativo que acompaña la narración. No está determinado por el tiempo ni
busca la secuencia temporal. Es atemporal. El comentarista interviene sólo
cuando la acción lo requiere; analiza, recapitula, evalúa, pronostica, hace
conexiones con otros partidos, busca antecedentes y consecuentes de lo que
ocurre en la cancha.
El narrador acompaña la
acción casi inmediatamente se produce; el comentarista hace un corte en la
acción y con la información que posee
desentraña el sentido último de una jugada y su trascendencia para el
equipo.
Los locutores (Narrador y
comentarista) se caracterizan por su tono ponderativo y ennoblecedor. La
narración la llenan de dramatismo y la cubren de emociones, la embellecen y la
presentan del modo más sugestivo y minucioso con su lenguaje pintoresco, su
fluidez verbal, su embriaguez lírica, magnifican lo ocurrido, dan testimonio de
lo grandiosos de las acciones, del camino arduo hacia el gol.
En el discurso de los
locutores deportivos, las alusiones, comparaciones y metáforas con todas las
manifestaciones de la vida cotidiana son constantes. Es un verdadero discurso
fáctico en el que la verborrea y toda la retórica literaria son utilizadas para
mantener la comunicación.
Nosotros somos el lenguaje.
El lenguaje es energía. El lenguaje nos constituye en los seres que somos. De
ahí esa zona de despeje que proponemos. ¿Será posible?
*
Ponencia presentada para la I Cumbre Mundial de Paz y el Congreso Internacional
de Comunicación Social para la Paz, eventos académicos realizados en Bogotá.
(*)
Agradezco al colega y socio Acord Antioquia, Carlos Gilberto Giraldo, el apoyo
en la investigación para la elaboración de esta ponencia.
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