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El fútbol ¿Un Panem et circenses o un opio de los pueblos?
(Reflexión con motivo de los 30 años de la toma guerrillera al Palacio de Justicia de Colombia)
Pridem iam, ex quo suffragia Nulli uendimus, effudit curas; qui nam Dabat imperium olim, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius OPTAT, Panem et circenses.
Desde hace tiempo -exactamente desde que no hay tenemos un vendedor quien el voto-, Este pueblo ha perdido su Interés por la política, y si los antes concedían mandos, haces, legiones, en fin todo ahora deja hacer y solo desea con avidez dos Cosas : Pan y juegos de circo
(Juvenal, Sátiras X, 77-81)
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Por: Roosevelt Castro B.
Desde hace ya un buen tiempo, el fútbol viene gozando de
unos privilegios que ningún otro deporte
en el orbe haya tenido.
Insertado en el capitalismo salvaje, esta actividad
recreativa se empezó a jugar en las élites inglesas enriquecidas con el sudor
del fragor de la “Revolución Industrial”.
Los hijos de los grandes magnates británicos iniciaron
su práctica en las universidades londinenses,
a la que accedían con facilidad a estos lujos de los deportes modernos.
Por eso no es de
extrañar que los dueños del poder
económico eran al mismo tiempo los dueños del balón.
Esa simbiosis del poder
económico unido al político le dio la posibilidad a que el fútbol
naciera en esa noble cuna de muy pocos,
en los nacientes Estados Nacionales que emergían después del golpe certero al absolutismo
francés a finales del siglo XVIII y que se
fueron consolidando en las últimas décadas de la centuria decimonónica y
principios del XX.
Por eso no podemos dejar de ocultar que el fútbol
sirvió, de alguna manera, como una especie de
“pan y circo” y de “opio de los pueblos”
en ese paraestado llamado Fifa, nacido a mediados de la primera década
del Siglo XX.
“Panem et circenses”: Juvenal
Es que lejos estaba imaginar el poeta latino Juvenal que
el mensaje “Pan y circo” de su décima
sátira se sintiera con más claridad casi
20 centurias después de su nacimiento
ocurrido en Circa.
El bardo latino espetó a sus congéneres con esta
sentencia peyorativa. Él hace referencia a la práctica romana de proveer trigo
gratis a los ciudadanos romanos así como costosas representaciones circenses y otras formas de entretenimiento como medio para ganar poder político a través del populismo. Julio César mandaba distribuir el
trigo gratuitamente, o venderlo muy barato, a los más pobres, unos 200.000 beneficiarios.
Tres siglos más tarde, Aureliano continuaría la costumbre repartiendo a 300.000 personas
dos panes gratuitos por día.
Esta locución latina hizo carrera en Europa Occidental y
posibilitó concienciar más a los pueblos cansados de los exabruptos a que han
sido sometidos por centurias.
Así fue como
los intelectuales españoles acuñaron su famosa frase “Pan y toros”, para mostrar satíricamente como el pueblo era
“manipulado” para seguir siendo subyugado.
“Opio de los Pueblos”: Vargas Llosa
Paralelo a la aparición de la “Revolución Industrial”
emergía en el Viejo Continente una insatisfacción por el pensamiento
conservador de los pueblos, que no veían con buenos ojos los procesos ingleses
de industrialización.
Acostumbrados y
muchos de ellos aferrados a los procesos agrarios que poco a poco fueron
destruyendo los últimos rescoldos
feudales, que por centurias habían sido gobernados.
Por eso no es extraño que emergiera una figura como Karl
Max, intentando detener ese poder avasallante que el capitalismo ya empezaba a
mostrar en la Gran Bretaña.
El sociólogo y filosofo nacido el 5 de mayo de 1818 en
Treneris, antiguo Reino de Prusia ( hoy
Alemania) soñaba con una sociedad igualitaria incluyendo la inglesa, pero no
logró ver que sus tesis se
“materializaron” en el Rusia, casi tres décadas y media después de su
muerte ocurrida en Londres en 1883.
Una frase lapidaria marcó su destino. El esposo amoroso
de Johanna Bertha Julie von Westphalen espetó: “La religión es el opio de los
pueblos”.
Esta sentencia la retomaría años más tarde el nobel de
literatura peruano Mario Vargas Llosa para referirse al fútbol.
Al igual que el alemán el escritor Inca señalaba que el
balompié ejercía ese “poder de adormecimiento y somnolencia parla las masas”.
Pan, circo y opio para el fútbol colombiano
Es que a este fenómeno deportivo mundial, nuestro país
no se ha escapado. Desde su incursión en
las élites colombianas hasta su popularización por los procesos de
modernización, el fútbol ha ido de la mano con estas dos premisas de Juvenal y
de Vargas Llosa.
Uno de los casos más aberrantes fue el presentado en el Estadio
El Campin de Bogotá, hoy hace 30 años. Un
6 de noviembre de 1985 se jugaba un
partido entre los oncenos de Millonarios y Unión Magdalena, en
cumplimiento del octogonal final del balompié profesional cafetero.
Horas antes del inicio del partido, el Palacio de
Justicia había sido tomado por un
contingente del M 19 que, con el patrocinio de narcotraficantes colombianos
querían que se derogara el proceso de extradición, irrumpieron
a sangre y fuego en la máxima sede de la justicia colombiana.
De inmediato, el amagaseño y máximo dignitario de los
colombianos, Belisario Betancur Cuartas, da
una orden perentoria a su ministra de comunicaciones Nohemí Sanín: Hay
que transmitir el partido de fútbol entre el cuadro bananero, orientado por el
samario Eduardo Reta, y el onceno capitalino, dirigido por el argentino Eduardo
Lujan Manera.
El choque futbolístico fue declarado de “interés
general” por la presidencia y fue emitido por los dos canales de televisión
estatales que existían en su momento.
Pan, circo y opio se conjugaron en esta jugada
estratégica del gobernante de turno.
No valieron los nervios, sustos, indisposiciones de los
jugadores y cuerpos técnicos de los equipos en contienda. Tampoco los llantos
destemplados de familiares y amigos de los muertos en la toma.
El marcador final: 2-0 a favor de los orientados por el
argentino Lujan Manera. Los goles de sus coterráneos Juan Carlos “El Nene” Díaz y Juan Gilberto “El
Búfalo” Funes no sirvieron para alegrar
las tristes caras de desazón y tristeza que tuvieron y todavía tienen los
dolientes de tan ignominiosa masacre.
Este hecho marca un país
sin memoria que pide a gritos justicia, cuando este tipo de noticias
vuelven a mencionarse y mostrarse a través del poder mediático que tienen los canales privados.
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