Por: Roosevelt Castro B.
Su primer partido no fue
noticia en ningún noticiero o periódico, solo un reto con su profesora María Patricia
Restrepo Rodas, en la Escuela Urbana de Varones de Remedios. Ella sancionó un
penalti. Él, quien jugaba como portero, le dijo que no fue. Ella replicó preguntándole
que si era árbitro de fútbol. Él le dijo que sí y con un caja de chicles de
menta y un envoltura de un Bon bon bum
empezó a darle rienda a su sueño arbitral.
Así, desde los 12 años, el amalfitano Wilmar Alexander Roldán Pérez empezó a
acumular decibeles de gritos de hinchas furiosos
que le recuerdan a su ser querido.
Su primer clásico
La cita con el juzgamiento
futbolístico ya estaba pactada. Los tiquetes aéreos no le llegaron. Cuatro días antes le habían anunciado
que sería el juez central en un clásico antioqueño
entre Verdes y Rojos, acordado para el sábado 23 de febrero de 2008. Era su primera vez como árbitro entre los
archirrivales paisas.
Un mes antes había
cumplido los 28 años de edad y cinco como central al servicio de la División
Mayor del Fútbol Colombiano, Dimayor. El llamado “Castrilli del Nordeste
Antioqueño” estrenaba su gafete FIFA.
Los fieles escuderos en
esta cita con el odio y la vocinglería fueron Wilson Berrio y Daniel Pérez,
ambos de las Fuerzas Armadas. Quizás blindándolo de los madrazos y los insultos
en que prorrumpían los más de los 30.055 hinchas que asistieron al Estadio
Atanasio Girardot, en la noche fría sabatina.
Los rivales de plaza
llegaban a su juego número 251 desde que
iniciaron este duelo del Rentado Colombiano a finales de 1948, en la Cancha de
San Fernando, bajo la conducción arbitral de Guillermo Acuña.
Dice Eduardo
Galeano, en su libro “Fútbol a Sol y Sombra”, que el árbitro es
arbitrario es decir caprichoso. De igual forma asevera el escritor y periodista
uruguayo que: “los perdedores pierden por el él y los ganadores triunfan a
pesar de él”.
Así lo pensaron los
hinchas del Atlético Nacional y el Deportivo Independiente Medellín, cuando se
enteraron que para su choque futbolístico lo pitaría el hijo de Luz Amparo.
Al Derby paisa había
llegado sin tanta ansiedad y noches de insomnio
como los tuvo cuando debutó como profesional del pito. Fue un día 16 de
febrero de 2003, cuando le anunciaron
que pitaría su primer encuentro como profesional, en un partido entre
Millonarios y Caldas, en Bogotá. Un lacónico cero a cero selló en el marcador
final del partido. Wilmar, lo asumió con la misma humildad como digiere sus
alimentos, en especial las sopas de verduras que les prepara su hermana Sandra,
una acuciosa trabajadora de las confecciones, en Leonisa. Claro está que se la
pasó casi tres días desvelado, por culpa de tan tremenda responsabilidad.
Además, fue un partido de bienvenida y de despedida. Sí, ese día Wilmar recibía
la alternativa y su escarapela de Juez Dimayor y se despedía un histórico del pito antioqueño
y colombiano: Jorge Luís Arango Cardona, como asistente arbitral.
8.15 p.m., horario atípico
para el encuentro futbolero. La terna arbitral comandada por el Tecnólogo en
Educación Física del Politécnico Jaime
Isaza Cadavid salió al terreno de juego del “Coloso de la 74” sin hinchas, ni
dolientes, quizás su querida madre lo acompañó en sus oraciones a la Virgen de
los Remedios, patrona de su pueblo.
Un camerino estrecho y
maloliente los separaba de tremenda misión. La bulla y los insultantes gritos no lo amilanaron. El sonido gangoso del speaker del Estadio
anunciaba las alineaciones del partido, en cumplimento de la quinta fecha de
Liga Mustang I-2008.
“Atlético Nacional saltará
al Atanasio Girardot con David Ospina en la portería; cuarteto posterior con
Camilo Zúñiga, Humberto Mendoza, Walter Moreno y Estiven Vélez; medio campo
para José Amaya, Diego Toro, Víctor Ibarbo y David Córdoba. Adelante estarán
Camelo Valencia y Sergio Galván Rey”, anunciaba Carlos Gilberto Giraldo,
periodista deportivo y speaker del Atanasio.
Cada jugador era coreado
por la recalcitrante barra de Los Sureños, quienes no pudieron asistir con la
parafernalia festiva que cada fecha y cada fin de semana para animar al equipo
y amilanar al contrario y a los jueces.
“Son los hinchas en el manicomio”, como lo expresa el escritor Charrúa
Eduardo Galeano.
Los Verdolagas, orientados
por el argentino Óscar Héctor Quintabani, fungían como dobles campeones en la
temporada anterior y llegaban en una
posición incómoda en la tabla: ocupaban la casilla 14 con 3 puntos producto de
una victoria en cuatro salidas.
Por su parte, los
Escarlatas, dirigidos por Juan José Peláez Naranjo, venían invictos con 12 puntos y cuatro
partidos ganados. El once inicial del Medellín lo conformó el uruguayo Aldo
Bobadilla en la portería; Elkin Calle, Andrés Ortiz, Bélmer Aguilar, Jamell
Ramos en la defensa; Juan Esteban Ortiz, Danilson Córdoba, Jaime Castillón y Omar
Pérez, en el medio campo; y Ayron del
Valle y Jackson Martínez en la delantera.
Un ritual similar hacían
los hinchas de la Rexixtenxia Norte
quienes llevaron los trapos, las banderas y la murga para animar a sus
ídolos rojos.
Luego de los himnos de
Colombia y Antioquia se dio inicio al
primero de los ocho clásicos montañeros que ha dirigido Roldan Pérez, en el
fútbol profesional colombiano.
El roce, el choque y el
fragor del partido unidos a la ardentía
en la disputa del balón descomponen a
los hinchas que insultan al central para
que piten las faltas a favor del equipo de sus amores.
Mendoza, Vélez, Amaya y
Toro, por Nacional y Ramos, Juan Esteban Ortiz, Córdoba, Pérez, del Valle y Martínez por el DIM, recibieron
el cartón amarillo que los obligó al arrepentimiento y Walter Moreno es
condenado con el rojo.
Un disparo de media
distancia del apartadoseño Camilo Zúñiga, en el minuto 84, vulneró la red del
Uruguayo Bobadilla y puso a ganar por partida
doble al cuadro Verde: los tres puntos
disputados y los cerca de 334 millones en la taquilla.
El orgasmo del fútbol
cubrió de éxtasis la fanaticada nacionalista, que no se cansó de seguir
gritando “FIFA HP “ al gestor formativo de la acción “Deporte y Convivencia”, del Inder-Medellín.
Parece paradójico que un
árbitro asuma el roll para pacificar aficionados al fútbol, en las charlas de sensibilización que realiza en los
colegios y escuelas de Medellín, en lo que antes se llamó “Hinchas por la
paz” cuando en las tribunas atestadas de
los mismos anónimos estudiantes se
convierten en fanáticos que rugen
y lo llenan de improperios.
La inteligencia emocional
le ha servido como fórmula secreta al juez antioqueño y presidente de la
Corporación Arbitral Social y Deportiva de Antioquia, CASDA, para “desconectarse” de tanto insulto.
“Tenemos que tener la mamá de caucho, para que reboten los insultos”, comenta
jocosamente el esposo amoroso de Lorena Fernández y padre de Mariana.
Luego de casi una década y media en esta profesión y con más de 140 partidos al servicio de la Dimayor, el habitante del barrio Guayabal, en
Medellín, recuerda como en el torneo promocional de la Primera B del 2006, su
arbitraje se convirtió en problema de orden público. Las pasiones desaforadas
de los hinchas locales del Tulúa las
emprendieron contra la terna al verse impotentes de no poder llegar a la final
del torneo, ya que habían perdido con Valledupar y un empate en Tulúa sentenció
al local, no poder acceder la disputa del ascenso a la máxima categoría.
Es que desde hace rato el
polideportivo y bachiller del colegio
Ignacio Yépez Yépez, de Remedios, Antioquia, viene
haciendo un arbitraje de gran altura y
de mucho peso; no sólo por su 1.90 de estatura, ni por sus
82 kilos, sino por sus buenas calificaciones a la hora de acometer la
dura tarea del manejo del pito y las tarjetas.
“Ganamos güevón, así esa gonorsofia
de Roldán nos haya expulsado a Moreno”, dijo Sebastián Sánchez, estudiante de
la Institución Fe y Alegría de Manrique y habitante del barrio La Cima un
sureño. Sánchez, agitando una bandera
verde y blanca y portando una camiseta con la imagen de Andrés Escobar, un
eximio jugador del verde asesinado vilmente
el 2 de julio de 2004, celebró la
“parada en seco” que le dio el equipo de sus amores a su rival de plaza.
El debut como FIFA de Roldán Pérez fue auspicioso, a
pesar de no contar con la sintonía, en la pantalla chica, de la hincha más fiel:
su madre, todo porque el partido fue transmitido por señal cerrada. Doña Luz,
una mujer novelera, no porque se entrometiera en los hogares ajenos, sino
porque le gustaban las telenovelas, anhelaba que alguno de sus hijos o hijas
protagonizaran alguna ó saliera en la televisión. Con las frecuentes salidas, ahora doña Luz
Amparo saca pecho y le envía sus bendiciones.
Mientras Roldán terminaba
sus menesteres arbitrales, el planeta recibía noticias como la renuncia de
Fidel Castro a la presidencia de Cuba luego de 49 años en el poder. De igual
forma, el deporte colombiano de los clavados celebraba la clasificación a los
Juegos Olímpicos de los saltadores paisas Diana Isabel Pineda Zuleta, Juan Guillermo Urán Salazar y
por primera vez para Víctor Hugo Ortega
Serna. Del mismo modo, el país político
se informaba de la muerte del ex líder guerrillero y ex militante del EPL, Bernardo Gutiérrez, en Roma, víctima de un cáncer.
… y el
mundo, como un balón de fútbol, seguirá
rodando sin tiempo para detenerse.
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