sábado, 11 de noviembre de 2017

“Tenemos la mamá de caucho”



“Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimidad del fútbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamás lo aplauden.. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias. Los hinchas tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuánto más lo odian, más lo necesitan”
(El árbitro – “Fútbol a sol y sombra”-Eduardo Galeano)

Por: Roosevelt Castro B.
“Debutante hijuep…”, “primíparo de mierda”. Así fue el recibimiento al árbitro antioqueño Óscar Javier Gómez Flórez de los casi 10.000 aficionados que asistieron al Estadio La Libertad,  para ver el partido entre Deportivo Pasto y Deportes Quindío.
Ocurrió el 27 de julio de 2013. Se cumplía la primera fecha de la Liga  del Fútbol Profesional Colombiano.  Cuatro días antes, el hijo de Óscar, obrero de la construcción, y de Ana Lucia, ama de casa, recibía la noticia: debutaba como profesional del pito.
Cerca de 20 llamadas  perdidas en su celular no lo inquietaron.  “El médico Carlos Alberto Betancurt, instructor de Arbiantioquia, me llamó insistentemente. Yo  estaba en El Peñol y pensé que era para que le diera un informe de la semifinal del Intermunicipal que había pitado, pero no. Él me dio largas en el asunto y luego me notificó que había sido designado como central de ese partido”, recuerda el juez paisa nacido en Medellín, el 5 de octubre de 1983.
Las lágrimas no se hicieron esperar. “Lloré de la emoción por casi una hora. Recordé mis inicios, mis dificultades  y todo el esfuerzo que hice durante casi 17 años para que este sueño se hiciera realidad y haberlo logrado me emocionó mucho”, evoca el esposo amoroso de Ana María Orrego Estrada.
Lo primero que hizo fue llamar a su familia, ritual que repite cada vez que es designado como juez. Sus padres lo felicitaron, muy a pesar que al principio no “patrocinaron mi decisión de meterme al mundo del arbitraje”, rememora el tecnólogo en entrenamiento deportivo del Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA, y estudiante de Licenciatura en Educación Física de la Universidad Católica de Oriente.
Sus inicios con el uso del pito y las tarjetas se remontan a 1998.   La historia es recurrente: el árbitro no asiste a cumplir con sus deberes. Óscar, como kamikaze del pito,  aceptó el reto de su profesor Wilson Flórez. Era un partido amistoso en el barrio Córdoba, de Medellín.  Los oncenos de Unión Cristiano y el local estaban listos y allí  comenzó su historia arbitral.
El amanecer del jueves 25 de julio de 2013 lo cogió sin dormir. Quería saber si era verdad tanta dicha. Se pellizcaba. Miraba al teléfono para reconfirmar su designación. Andaba de acá para allá en su casa de habitación ubicada en el barrio Manrique. Para no mostrar tanta ansiedad llamó media hora después de lo habitual, al representante de la Comisión Nacional Arbitral.
“Yo llamé a las 10:30 am  a Emerson Grajales y me confirmó la designación y volví a llorar”,  recuerda el juez miembro de la Corporación  Arbitral, Social y Deportiva de Antioquia, CASDA

El debut: 90 minutos de insultos
La fría noche sabatina no impidió que el árbitro antioqueño sintiera ese “cosquilleo” en todo su cuerpo.
El asistente FIFA, Wilmar Navarro, y el antioqueño John Freddy Gómez Flores, también debutante, lo acompañaron como asistentes arbitrales. El cuarto árbitro fue el local Jonathan Ortiz.
Muchos consejos, muchas llamadas, mucha tensión,  fueron algunos de los ingredientes que se sumaron al debutante del pito.
El estrecho camerino que da acceso al máximo escenario del fútbol nariñense fue recorrido entre risas nerviosas y las últimas indicaciones del árbitro paisa.
“Shiiiiiiifffffffff”, fue el primer sonido estridente que salió de las tribunas, al asomar la terna al terreno de juego nariñense.
Era como una jauría de lobos que querían devorarse el de negro y representante de las leyes de juego en el fútbol.
“Deportivo Pasto formará con Lucero Álvarez, como portero, en la línea defensiva con Marlon Pedrahita, Camilo Pérez, Nicolás Palacios y Fausto Obeso; en la mitad de la cancha los dirigidos por Flavio Torres estarán Fram Pacheco, René Rosero y John J. Montaño, los delanteros serán Andrés Mosquera, Juan G. Vélez y Mauricio Mina”, manifestaban los locutores deportivos de las diferentes emisoras.
Los  Cuyabros, orientados por Arturo Boyacá, saltaron al estadio La Libertad con Julián Viáfara en la portería; Cristian Peña, Jaine Barreiro, William Tesillo y Wilmer Palacio en la defensa; Hernando Patiño, Alfredo González y Luis Alejandro Paz en el medio campo y Jairo Roy Castillo Jorge Vargas en la delantera.
Piensa en su familia, mira a la tribuna, mira el oscuro cielo pastuso, escucha nerviosamente los himnos, Se persigna y da su silbatazo inicial.
 Trece mil miradas lo miran de cerca. Otros tantos lo hacen a distancia por sus televisores. Todos pendientes de sus movimientos.
Los roces van y vienen. Oscar interpreta las 17 leyes de juego. El público ruge y grita desaforado hasta que en el minuto 27 del primer tiempo, el delantero local  Mauricio Mina dispara y vence la portería de Viáfara. Gol que hace reventar el estadio para alegría de los locales.
El partido se pone intenso. Falta de Hernando “El Cocho” Molina al local Mina. Los espectadores prorrumpen a Gómez Flórez: “Árbitro hijo de puta  saca la amarilla”. Ese sería su primer cartón de amonestación como árbitro.
 Las jugadas van y vienen  y Lucero Álvarez, arquero  del onceno pastuso, se erige como figura. “Juez de línea ladón, levantá ese banderín”, exclaman airados los hinchas locales.   
La tensión continúa. Son 90 minutos ó 5.400 segundos de insultos permanentes. El tiempo transcurre en cámara lenta para el árbitro y eso que  Óscar está acostumbrado por sus seis años como juez de la Primera B.
“El pánico escénico sigue latente a pesar de los años, pero yo lo mitigo, y en ese debut lo mitigué, porque pité muchos partidos, especialmente al América en el Pascual Guerrero con más de 25 mil aficionados gritándome de todo. Nosotros, los árbitros, tenemos la mamá de caucho, para que nos rebote todos los insultos”, asevera el juez con cerca de 18 años de experiencia.
“ ¿Cuánto vas a pitar? ¡Te dieron mucho billete debutante malnacido”, son las  algunas de las voces que retumban en los oídos del juez central.
El partido llega a su fin. Saludos de los locales al juez por haber ganado, los visitantes con desazón por su derrota.
Oscar y su grupo de trabajo llegan al camerino. Con una risa nerviosa, Gómez Flórez se refugia en el baño. “Volví a llorar por casi diez minuto hasta que Navarro se me acercó y me dijo: Dale, hágalo, que usted se merece este premio porque ya es de los nuestros”.
El balón de partido fue un obsequio de Flavio Torres, técnico local,  como regalo a su buen arbitraje. “Aún lo conservo  con mucho cariño, lo mismo que la planilla del partido”, recuerda el formador  de niños,  en la Escuela de Unidos Fútbol Club.
Al otro día busca los diarios locales y le satisface la calificación que le dio el corresponsal del periódico El Tiempo. El periodista Ramiro Rosero Arteaga le puso una nota final de 8, en un trabajo que resultó impecable.

Ya,  con cerca de 50 designaciones como central y  más de 100 como asistente, sueña con obtener la escarapela FIFA. “Si Dios me la da muy bueno para mi carrera arbitral. Es que sería hasta curioso y gracioso que lo insulten a uno en otros idiomas”, concluye entre risas  el que es “coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias”, como lo expresa el escritor charrúa Eduardo Galeano. 

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