“Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única
unanimidad del fútbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamás lo aplauden..
Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada
de todos los errores, explicación de todas las desgracias. Los hinchas tendrían
que inventarlo si él no existiera. Cuánto más lo odian, más lo necesitan”
(El árbitro – “Fútbol a sol y sombra”-Eduardo
Galeano)
Por: Roosevelt Castro B.
“Debutante hijuep…”, “primíparo de mierda”. Así
fue el recibimiento al árbitro antioqueño Óscar Javier Gómez Flórez de los casi
10.000 aficionados que asistieron al Estadio La Libertad, para ver el partido entre Deportivo Pasto y
Deportes Quindío.
Ocurrió el 27 de julio de 2013. Se cumplía la
primera fecha de la Liga del Fútbol
Profesional Colombiano. Cuatro días
antes, el hijo de Óscar, obrero de la construcción, y de Ana Lucia, ama de
casa, recibía la noticia: debutaba como profesional del pito.
Cerca de 20 llamadas perdidas en su celular no lo
inquietaron. “El médico Carlos Alberto
Betancurt, instructor de Arbiantioquia, me llamó insistentemente. Yo estaba en El Peñol y pensé que era para que le
diera un informe de la semifinal del Intermunicipal que había pitado, pero no.
Él me dio largas en el asunto y luego me notificó que había sido designado como
central de ese partido”, recuerda el juez paisa nacido en Medellín, el 5 de
octubre de 1983.
Las lágrimas no se hicieron esperar. “Lloré de
la emoción por casi una hora. Recordé mis inicios, mis dificultades y todo el esfuerzo que hice durante casi 17
años para que este sueño se hiciera realidad y haberlo logrado me emocionó
mucho”, evoca el esposo amoroso de Ana María Orrego Estrada.
Lo primero que hizo fue llamar a su familia,
ritual que repite cada vez que es designado como juez. Sus padres lo felicitaron,
muy a pesar que al principio no “patrocinaron mi decisión de meterme al mundo
del arbitraje”, rememora el tecnólogo en entrenamiento deportivo del Servicio
Nacional de Aprendizaje, SENA, y estudiante de Licenciatura en Educación Física
de la Universidad Católica de Oriente.
Sus inicios con el uso del pito y las tarjetas
se remontan a 1998. La historia es
recurrente: el árbitro no asiste a cumplir con sus deberes. Óscar, como
kamikaze del pito, aceptó el reto de su
profesor Wilson Flórez. Era un partido amistoso en el barrio Córdoba, de
Medellín. Los oncenos de Unión Cristiano
y el local estaban listos y allí comenzó
su historia arbitral.
El amanecer del jueves 25 de julio de 2013 lo cogió sin dormir. Quería saber si
era verdad tanta dicha. Se pellizcaba. Miraba al teléfono para reconfirmar su
designación. Andaba de acá para allá en su casa de habitación ubicada en el
barrio Manrique. Para no mostrar tanta ansiedad llamó media hora después de lo
habitual, al representante de la Comisión Nacional Arbitral.
“Yo llamé a las 10:30 am a Emerson Grajales y me confirmó la
designación y volví a llorar”, recuerda
el juez miembro de la Corporación Arbitral,
Social y Deportiva de Antioquia, CASDA
El debut: 90 minutos de insultos
La fría noche sabatina no impidió que el árbitro
antioqueño sintiera ese “cosquilleo” en todo su cuerpo.
El asistente FIFA, Wilmar Navarro, y el
antioqueño John Freddy Gómez Flores, también debutante, lo acompañaron como
asistentes arbitrales. El cuarto árbitro fue el local Jonathan Ortiz.
Muchos consejos, muchas llamadas, mucha
tensión, fueron algunos de los
ingredientes que se sumaron al debutante del pito.
El estrecho camerino que da acceso al máximo
escenario del fútbol nariñense fue recorrido entre risas nerviosas y las
últimas indicaciones del árbitro paisa.
“Shiiiiiiifffffffff”, fue el primer sonido
estridente que salió de las tribunas, al asomar la terna al terreno de juego
nariñense.
Era como una jauría de lobos que querían
devorarse el de negro y representante de las leyes de juego en el fútbol.
“Deportivo Pasto formará con Lucero Álvarez,
como portero, en la línea defensiva con Marlon Pedrahita, Camilo Pérez, Nicolás
Palacios y Fausto Obeso; en la mitad de la cancha los dirigidos por Flavio
Torres estarán Fram Pacheco, René Rosero y John J. Montaño, los delanteros
serán Andrés Mosquera, Juan G. Vélez y Mauricio Mina”, manifestaban los
locutores deportivos de las diferentes emisoras.
Los
Cuyabros, orientados por Arturo Boyacá, saltaron al estadio La Libertad
con Julián Viáfara en la portería; Cristian Peña, Jaine Barreiro, William
Tesillo y Wilmer Palacio en la defensa; Hernando Patiño, Alfredo González y
Luis Alejandro Paz en el medio campo y Jairo Roy Castillo Jorge Vargas en la
delantera.
Piensa en su familia, mira a la tribuna, mira
el oscuro cielo pastuso, escucha nerviosamente los himnos, Se persigna y da su
silbatazo inicial.
Trece
mil miradas lo miran de cerca. Otros tantos lo hacen a distancia por sus
televisores. Todos pendientes de sus movimientos.
Los roces van y vienen. Oscar interpreta las 17
leyes de juego. El público ruge y grita desaforado hasta que en el minuto 27
del primer tiempo, el delantero local
Mauricio Mina dispara y vence la portería de Viáfara. Gol que hace
reventar el estadio para alegría de los locales.
El partido se pone intenso. Falta de Hernando
“El Cocho” Molina al local Mina. Los espectadores prorrumpen a Gómez Flórez: “Árbitro
hijo de puta saca la amarilla”. Ese
sería su primer cartón de amonestación como árbitro.
Las
jugadas van y vienen y Lucero Álvarez,
arquero del onceno pastuso, se erige
como figura. “Juez de línea ladón, levantá ese banderín”, exclaman airados los
hinchas locales.
La tensión continúa. Son 90 minutos ó 5.400
segundos de insultos permanentes. El tiempo transcurre en cámara lenta para el
árbitro y eso que Óscar está
acostumbrado por sus seis años como juez de la Primera B.
“El pánico escénico sigue latente a pesar de
los años, pero yo lo mitigo, y en ese debut lo mitigué, porque pité muchos
partidos, especialmente al América en el Pascual Guerrero con más de 25 mil
aficionados gritándome de todo. Nosotros, los árbitros, tenemos la mamá de
caucho, para que nos rebote todos los insultos”, asevera el juez con cerca de
18 años de experiencia.
“ ¿Cuánto vas a pitar? ¡Te dieron mucho billete
debutante malnacido”, son las algunas de
las voces que retumban en los oídos del juez central.
El partido llega a su fin. Saludos de los
locales al juez por haber ganado, los visitantes con desazón por su derrota.
Oscar y su grupo de trabajo llegan al camerino.
Con una risa nerviosa, Gómez Flórez se refugia en el baño. “Volví a llorar por
casi diez minuto hasta que Navarro se me acercó y me dijo: Dale, hágalo, que
usted se merece este premio porque ya es de los nuestros”.
El balón de partido fue un obsequio de Flavio
Torres, técnico local, como regalo a su
buen arbitraje. “Aún lo conservo con
mucho cariño, lo mismo que la planilla del partido”, recuerda el formador de niños,
en la Escuela de Unidos Fútbol Club.
Al otro día busca los diarios locales y le
satisface la calificación que le dio el corresponsal del periódico El Tiempo. El
periodista Ramiro Rosero Arteaga le puso una nota final de 8, en un trabajo que
resultó impecable.
Ya, con
cerca de 50 designaciones como central y más de 100 como asistente, sueña con obtener
la escarapela FIFA. “Si Dios me la da muy bueno para mi carrera arbitral. Es
que sería hasta curioso y gracioso que lo insulten a uno en otros idiomas”,
concluye entre risas el que es “coartada
de todos los errores, explicación de todas las desgracias”, como lo expresa el
escritor charrúa Eduardo Galeano.
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