“Cada
domingo, en cualquier rincón del planeta, en los grandes estadio de las
metrópolis o en los humildes campos abiertos de las aldeas, en las lustrosas
canchas de pastos relucientes o en los
pelados poteros de las barriadas,
multitudes incontables, y a veces incontrolables, se arremolinan en torno a esa ceremonia ritual y explosiva que es el
fútbol”
(“El
Fútbol es todo un simbolismo sexual- Juan Gossain)
Por: Roosevelt Castro B.
Cuando mi abuela materna María Elena Penagos, una octogenaria de Anolaima, Cundinamarca, definía el fútbol, no era muy profunda. Sólo decía
que eran “ventidos piernipeludos” detrás de un balón dándole patadas y
un loquito vestido de negro con un pito tratando de recuperarlo”.
Cualquier hincha de este deporte se llevaría las manos a la cabeza.
El fútbol, argumentaría, va más allá de ese simple gesto de patear un
balón. Diría que es arte, es poesía, es
rito, es ceremonia. De igual forma, es
pasión, amor, odio, exaltación como algunos
sentimientos que desatan y
hacen vibrar al hincha.
Es que el fútbol desata todo tipo de pasiones en sus seguidores, que
son diferenciales al que acude a un concierto de música clásica, a un museo o a
otro tipo de espectáculo. A diferencia de los anteriores, este es más
bullicioso e incluso más pasional, especialmente cuando se inserta o adscribe a
una barra y se convierte en anónimo si es solo él pero, en lo que llamaría el
ensayista y pensador francés Gustave Le
Bon, como alma colectiva.
El seguidor de fútbol
necesita de otros para reafirmarse
e identificarse plenamente con sus símbolos.
Se trata de un sentimiento tribal que cohesiona frente al enemigo y que
alimenta instintos territoriales y de lucha. Como diría la filosofía popular:
“No somos machos, pero somos muchos”.
¿Pero siempre fue así?. Aquí
plantearemos como evolucionó el hincha de fútbol en Medellín, pasado de la
curiosidad sana y sin aspavientos hasta el paroxismo barrista de los últimos
años.
Los pañales del aguante
paisa
Cuenta el historiador antioqueño Rodrigo de Jesús García Estrada, en
su Breve historia del fútbol en
Medellín, que: la práctica de los
deportes en nuestra ciudad surge directamente ligada a los procesos de
modernización acelerada experimentados durante las tres primeras décadas del
siglo pasado.
Estos procesos tuvieron su expresión más palpable en el incremento
inusitado de las áreas urbanizadas, las apariciones de modernas industrias, el
auge de la exportación cafetera y las cada vez más estrechas relaciones del
comercio medellinense con estados Unidos y Europa.
En este contexto aparecen los
deportes, rompiendo con una dinámica que se había perpetuado por centurias.
Primero fueron el tenis y el golf y posteriormente el fútbol y el baloncesto,
como uso exclusivo de la elite de la capital del departamento de Antioquia.
Por eso cuando el rico comerciante antioqueño Guillermo Moreno trajo
el primer balón de fútbol a Medellín, en un viaje realizado al Viejo
Continente, lejos imaginaría que una
lúdica rural cambiaria por una más citadina.
Hasta aquí García Estrada. Allí
estaba, aunque no lo presentían sus impulsores, el germen de una pasión para
muchos y la profesión para otros: El fútbol.
El primer equipo fue el Sporting Foot-Ball Club, organizado por el
año de 1912 por dos comerciantes suizos: Juan Heiniger y Jorge Herzig. Después surgió el Medellín Fútbol Club.
Los primeros hinchas eran más
bien curiosos del novedoso deporte.
Familiares y amigos de los deportistas veían, con asombro, como esta
Villa semicolonial socializaba con esta
nueva expresión deportiva, mientras se
tomaban un té y hablaban y reían a
carcajadas de cualquier imprevisto que ocurriera en la Manga de Los Belgas,
lugar donde hoy funciona el Hospital San Vicente de Paul.
Los obreros de las nacientes industrias medellinenses también veían con cierta curiosidad, como
muchos de los futbolistas, hijos de la
élite antioqueña, daban rienda al deporte de sus amores.
Muchos de ellos también lo jugaron en la cancha privada de
Miraflores del Colegio San Ignacio,
ubicada en el sector oriental de Medellín.
Década movida
De un momento a otro, el balón saltó la barda y fue a caer a la
barriada. Los obreros sin los implementos necesarios pero con mucha pasión
empezaron a pegarle a la pelota, siendo observados por sus compañeros de barrio o sus amigos del barrio.
Afirma el periodista e historiador deportivo Carlos Emilio Serna Serna que. “la década de
los 20 a los 30 fue una de las más movidas del fútbol medellinense. Los
partidos eran unos verdaderos carnavales en
las pequeñas lomitas, que servían de tribunas a los alentadores.
Fue tanto el auge del fútbol, que finalizando la década ya habían
construido el primer estadio, que se llamó
Los Libertadores. Estaba ubicado
en el sector de lo que hoy es el barrio San Joaquín y fue inaugurado el 24 de
febrero de 1929 con el partido Associattion del Perú contra el ABC Medellín,
con la asistencia de casi ocho mil espectadores. El marcador final fue 9 goles a 0 a favor de
los visitantes.
Y fue el 26 de octubre de ese año que se fundó la Federación
Antioqueña de Fútbol, conocida como la rectora del balompié aficionado
antioqueño.
Se suman más simpatizantes
Medellín crecía a pasos agigantados. De la Villa Semicolonial a ciudad que se asomaba al mundo con garbo y
elegancia.
Los seguidores del fútbol
exponencialmente también aumentaban. Ya no eran los acompañantes
curiosos del barrio equipo del barrio o de las fábricas. Los intercambios
interdepartamentales de selecciones vinieron con los hinchas de los jugadores, que eran convocados a
defender los colores blanco y verde de Antioquia. Ya los unía otra pasión: la de la selección
Antioquia.
Génesis de la violencia
De la violencia en el fútbol, Medellín no se escapa. Cuenta la historia que el 9 de julio de 1944,
la Federación Antioqueña de Fútbol
programó un partido en el Estadio Los Libertadores, entre el Medellín y
el Huracán. Habia una entrada de 3.000
espectadores para un recaudo en taquilla $ 18, 000, oo.
Huracán le quería darle los puntos al Medellín, ya que matemáticamente era el virtual campeón. Igualmente, quería
jugar con suplentes. Medellín no aceptó.
Francisco Cuartas, presidente de la Fedefútbol, intervino en el impasse,
pero no pudo.
El público se impacientó. Cuartas se llevó el dinero por miedo a
desmanes. Los hinchas se sintieron burlados, pues no les
devolvieron su dinero y no les presentaron el partido, a lo que empezaron a
vociferar y a lanzar papeles prendidos y como las tribunas eran de madera el
fuego fue tomando fuerza.
Luego se llamó la policía que fue recibida a punta de sillas de
madera lanzadas por los enardecidos espectadores. El contingente de seguridad, comandado por el
capitán Ortega, se defendía. Ortega, borracho, mandó disparar al público.
El saldo final: cinco muertos, dos de ellos futbolistas del Medellín, y 15
heridos.
Atlético Municipal y el
Medellín captan seguidores
Con la aparición del fútbol profesional en 1948, el país futbolero se
transformó. Medellín no fue la
excepción. Los oncenos de Atlético Municipal y
Medellín empezaron su senda por los estadios de Colombia.
El Estadio San Fernando,
ubicado en donde hoy funciona la Plaza Mayorista, era visitado por los hinchas ávidos de ver un
espectáculo mejor.
Familias enteras y grupos enormes de amigos asistían a cada jornada dominical para
ver no solo el choque futbolero, sino
también apostar en el hipódromo sanfernandino.
Cinco años después, el 19 de marzo fue inaugurado el estadio
Atanasio Girardot. La megaobra había sido proyectada con varios años de lucha
incesante para su construcción. El terreno tuvo un costo de 800 mil pesos y su
construcción costó más de 15 millones de pesos. En ella participaron cientos de
obreros y 200 presos de la cárcel La Ladera.
El sector de Otrabanda fue el elegido para la construcción de este
anhelo futbolero de miles de hinchas que gritaban al equipo de sus afectos.
Los procesos de industrialización de las tres primeras décadas que
vivió Medellín y la naciente
urbanización ameritaban un escenario deportivo para la ciudad.
Comienza la fiesta
Ramón Ospina, en el partido preliminar entre Antioquia y el América
de Cali, convirtió el primer gol, para
la alegría de muchos de los seguidores que se agolparon para la inauguración
del máximo escenario del fútbol antioqueño y que bautizaron en honor a Atanasio
Girardot, muerto heroicamente en el Bárbula, quizás presagiando las grandes batallas
futbolísticas que iban a tener los equipos anfitriones de Antioquia.
La
jornada de inauguración se completó con un cuadrangular de fútbol profesional
disputado entre el Atlético Nacional, el Deportivo Cali, la Alianza Lima
de Perú y el Fluminense de Brasil.
El primer gol profesional fue marcado por Jaime Manco Gutiérrez, jugador
del Atlético Nacional, al equipo Alianza Lima.
Cuentan que ese día se entregaron mil 500 entradas gratuitas para
los jóvenes de los barrios más pobres de la ciudad, para que pudieran
participar en el acto de inauguración. “Desde ese día hay revendedores de
boletas”, comenta jocosamente Carlos Emilio Serna Serna, en su libro “1929-1989-
60 años Fedefútbol Antioquia”.
El pollo asado, la gaseosa,
las arepas, eran algunas de las viandas que consumían los asistentes al
máximo escenario del fútbol paisa.
“Era una fiesta que se vivía en familia” , recuerda Rubén Darío Elejalde, hincha irreductible del Deportivo
Independiente Medellín. “Mi padre Evodio
me llevó a un partido contra el Tolima en 1960
y quedé maravillado con el juego”, señaló el habitante del barrio La
floresta de Medellín.
Ese ritual familiar del hincha rojo era muy similar al del rival de plaza. “Asistíamos entre amigos. No había peleas.
Cuando terminaba un partido e incluso un clásico, nos sentábamos con los
hinchas contrarios a tomarnos unos aguardientes en las carretillas que habían en
los alrededores del Estadio”, cuenta el rionegrero Guillermo Otalvaro, hincha
de Atlético Nacional.
Crece la hinchada
Los títulos de en el siglo pasado de Deportivo Independiente
Medellín en 1955 y 1957 y de Atlético Nacional en 1954, 1976, 1981, 1991, 1994,
1999 hacen crecer los seguidores de ambos bandos con unas características muy
marcadas.
Gilberto Pulgarin, un acérrimo seguidor escarlata, crea la primera barra organizada de la región
a principios de 1972. “Poderosos del
DIM” se llamó el grupo de amigos que se reunieron a alentar al DIM en la
tribuna lateral norte.
“Ellos, al igual que nosotros, queríamos que el Medellín se quedara
en nuestra ciudad, luego de su paso a Barrancabermeja el año anterior como Oro Negro”, evoca Ruben Elejalde, socio
fundador de la barra “La Danza del Sol”, fundada el 11 de junio de 1972.
“Nosotros siempre nos ubicamos en popular centro ahora llamada
oriental baja y para el 2017 estaremos cumpliendo 45 años de seguir a cada
jornada a nuestro DIM, siendo la barra más antigua del fútbol en Medellín”, rememora Elejalde.
Fue la barra pionera en la trashumancia de hinchas. “Vendíamos los tiquetes para acompañar al
equipo. Recuerdo que el primer
viaje fue a Pereira y con ellos empatamos 0-0. Fuimos a Cali,
Ibagué, Manizales, Armenia, pero problemas de orden público no lo volvimos a
hacer desde hace 8 años”, evoca Ruben Darío Elejalde, tecnólogo industrial del
Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
Cuatro años después desaparece los “poderosos del DIM” pero emergen
grupos de seguidores. El Escuadrón Rojo, La Puteria Roja, Barra Kid Chance, La
Llave Roja, entre otras barras fueron
surgiendo para darle aliento al llamado “Equipo del Pueblo”
Los seguidores Verdes no se quedan atrás. “Recuerdo que una de las primeras barras de
Nacional fue la Academia Verde creada por Héctor Gómez, el popular Radiolo. Se
hacían en la tribuna oriental. Nosotros, con unos amigos del barrio Buenos
Aires y compañeros de trabajo de Coltejer,
fundamos la barra Comando Tribuna Verde y empezamos a alentar al equipo
en popular centro ”, afirma Guillermo
Otalvaro, hincha verde desde 1976.
Después aparecieron otras como la Oswaldo Juan Zubeldía, Escándalo
Verde, entre otras.
Las barras se asocian
Con las diferentes ampliaciones que tuvo el Atanasio Girardot, como
las construcciones de la tribuna oriental para los Juegos Centroamericanos y
del Caribe de 1978 y las tribunas norte y sur, por recomendación de la
Confederación Suramericana de Fútbol,
para principios de la década de los 90, el aforo aumentó. Se pasó a casi que duplicar la asistencia
para llegar a casi 50 mil aficionados.
Unido a ello, los triunfos internacionales de los clubes antioqueños
como la Copa Libertadores de América, la Copa Merconorte, la Copa Interamericana, entre otros. Esto
obligó a que los hinchas, con el fin de obtener una boleta, no solo se
adscribieran a una barra sino que aparecieran dos entidades responsables para
ser el puente entre los equipos y los grupos de seguidores. Así nació Ubanal
y Asobdim.
La Unión de Barras de Nacional, Ubanal, surge a finales de de 1989
luego del gran título continental del cuadro verde, pero es el 4 de diciembre
de 1990 cuando gana su personería jurídica. “En esto nos ayudaron mucho los periodistas
Luciano González Sequea, Alonso Arcila Monsalve y el empresario Sisar Arango
(q.e.p.d). El objetivo no solo era
acompañar al equipo sino comprar un jugador de primera línea para el equipo.
Esto último no lo pudimos lograr”, confirma Guillermo Otalvaro.
45 grupos de seguidores del cuadro verdolaga firmaron el acta de fundación de Ubanal.
Ante la desaparición de unas,
la aparición de otras, sin una
sede propia, con reuniones periódicas cada primer viernes del mes y apostándole a los programas que vienen desde la administración municipal,
al mando de Federico Gutiérrez, las 12
barras y los casi mil seguidores que
aglutina Ubanal quieren seguir aportando a la paz y la convivencia en el
fútbol.
La Asociación de Barras del Deportivo Independiente Medellín,
Asobdim, es la otra entidad que surge en
La Capital de Montaña para aglutinar un grupo de barras deseosas de asociarse
legalmente. 17 delegados de barras
compuestas por grupos familiares se reunieron un día de 1990 para concretar la idea y no fue que
hasta el 0 junio de ese que la gobernadora María Helena Herrán de Montoya firma
la resolución 37413 para darle vida jurídica a la entidad sin ánimo de lucro.
Ya han transcurrido más de un cuarto de centuria y Asobdim y sus más
de 7 mil asociados contribuyen con una
labor social importante en beneficio del hincha y del fútbol. “Hemos trabajado
muy duro para que el hincha se sienta cómodo, bien y respaldado en el Estadio.
De igual forma, que la boletería se le respete, lo mismo que su lugar en el
Atanasio. Del mismo modo realizamos un torneo de niños en 3 categorías que van
desde los 10 hasta los 12 años y en el que hemos contado con casi 152 equipos
inscritos. Además, tenemos un Club deportivo que participa activamente en los
campeonatos de la Liga Antioqueña con casi 230 niños beneficiados”, indica
Jorge Hoyos, presidente de la Asociación
de Barras del Deportivo Independiente Medellín, Asobdim.
¿Barras Bravas?
El fenómeno de violencia asociado al fútbol no es ajeno en Medellín. En los albores de 1992 y con la creación del Escándalo Verde, por un grupo de jóvenes seguidores del Nacional, y de
“La Puteria Roja”, por parte de púberes hinchas del DIM, se empezaron a generar
algunos desmanes entre ellos, especialmente por su ubicación en el
estadio. Ambas barras se hacían en la
tribuna oriental.
En septiembre de 1998, cansados de tanta violencia, especialmente en
los clásicos regionales, y tras varias
reuniones, los seguidores rojos de la Puteria Roja conformaron un grupo que se denominó Rexixtenxia Norte y
escogieron la tribuna norte para alentar al equipo de sus amores.
Un año antes, y en el mes de noviembre, había
nacido el contingente juvenil de Los Del Sur.
Varios adolescentes fanáticos
del cuadro verdolaga, adscritos al
Escándalo Verde, decidieron separarse y,
en la Urbanización Villa de Aburrá,
crear la nueva barra, que empezó a animar al Club Atlético Nacional en la
tribuna sur del llamado “Coloso de la
74”.
Se han convertido en un fanatismo irracional y bárbaro que muchos las
empezaron a llamar como “Barras Bravas”.
“Yo no las califico como Barras Bravas, pues tienen unas
características diferentes a otras y están marcadas por nuestra idiosincrasia.
Recordemos que en la época cruenta y violenta en Medellín, por parte del
narcotráfico, el fútbol sirvió de bálsamo para la ciudad y le hizo una gambeta
a la muerte”, asevera Gonzalo Medina Pérez, politólogo y profesor universitario
especialista en el tema.
“Debemos aceptar que es una nueva generación de hinchas del fútbol,
que lo ven con otros matices y de una manera distinta”, concluye Guillermo
Otalvaro, presidente de Ubanal.
Aunque sobrediagnosticadas
las “barras bravas” en la ciudad quieren
apoyar las políticas claras para la paz y la convivencia que plantean desde la Administración Municipal, por parte de
Federico Gutiérrez Zuluaga.
Así, el hincha de fútbol en
Medellín pasó de una curiosidad por el juego hacia un fanatismo
extremo, muy al pesar de mi abuela materna.
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