domingo, 9 de agosto de 2020

El Ochoa Uribe que conocí


Transcurría el año de 1979.  Recién me había graduado como bachiller académico en el Liceo Nacional Marco Fidel Suárez, el año anterior.  Laboraba en Radio Popular, del Radio Sistema Federal de Antioquia, por invitación cordial de mi maestro Guillermo Hinestroza Isaza.  Era mi segunda experiencia en el dial antioqueño, ya que  Hinestroza Isaza, me hizo parte del Staff periodístico de Tribuna Roja, un espacio radial dedicado al DIM , que se emitía por Emisora Claridad de Todelar.
Radio Popular hacía parte de un grupo de emisoras, en las que también  estaban La Voz del Cine con énfasis en música  rock, y de la cual emergieron figuras cómo Tito López, Donny Miranda, Carlos Alberto Ríos, entre otras.  La tercera era una emisora que “machacaba música clásica” casi todo el día y,  contrario a Don Quijote,  de cuyo nombre si quiero acordarme, pero se pierde en la memoria.
Sus propietarios eran Mario Gutiérrez Cárdenas, Senador de la Republica, y Jaime Saldarriaga Arcila, uno de los que le dieron el puntapié inicial a la creación del Atlético Nacional en los albores de 1937 con Hinestroza Isaza…pero esa es otra historia.
Sus oficinas estaban en  el piso 12 del   Edificio La Libertad, ubicado en Palacé con Maracaibo,  detrás del Hotel Nutibara, pleno centro de la ciudad de Medellín.
Llegó el América sin maldición
A finales de noviembre de ese año llegó el “encopetado” América de Cali, con todos sus estelares, para enfrentar al Atlético Nacional, dirigidos por Oswaldo Juan Zubeldía. Era la última fecha de los cuadrangulares semifinales de  la versión 31 del Futbol  Profesional Colombiano.
Carlos Alfredo Gay, Luis Alegría Valencia, Aurelio José Pascuttini, Gabriel Chaparro, Luis Eduardo Reyes, Wilson Américo Quiñónez, Juan Manuel Battaglia, Gerardo González Aquino, Víctor Lugo, Jorge Ramón Cáceres y Alfonso Cañón, entre otros, llegaron a la ciudad a romper el hechizo o la llamada “maldición de Garabato” y con quien se habían reconciliado en ese mismo año en que también habían traído al médico Gabriel Ochoa Uribe, para “exorcizar”  los males de los llamados “Diablos Rojos” de Cali.
Ochoa Uribe, nacido el 20 de noviembre de 1929 en Sopetran, Antioquia, recién cumplía sus 50 años de vida.
El equipo escarlata vino a Medellín trayendo una victoria en sus cuentas. Había derrotado al Pereira 1-0.  Por su parte, Atlético Nacional empató 0-0 con Junior en el Estadio Atanasio Girardot, casi que negando su posibilidad de avanzar al cuadrangular final.
Evocaciones a la redonda
Era el viernes 23 de noviembre, dos días antes del partido. El técnico americano invitó a Guillermo Hinestroza Isaza al sitio de concentración en el Gran Hotel, ubicado en el centro de “La Capital de la Montaña”.  Eran viejos conocidos, ya que el Ochoa Uribe fungió como portero en los albores del fútbol  profesional Colombiano y  “Don Guillo” también había ocupado esa posición en equipos como Huracán de Medellín, Santa Fe, entre otros.  Igualmente, los unía la amistad con Carlos Álvarez, un legendario arquero antioqueño.
A la charla fui de “metiche” o “metelagomez”, adjetivos que me espetaba entre risas el polifacético Hinestroza Isaza.  El estratega americano tenía fama de “cascarrabias” y  de “malas pulgas”.  Fui prevenido.  La cita fue  antes del mediodía e igualmente  antes de la emisión del programa “Goles y Comentarios”.  Un abrazo Quiebracostillas rompió el hielo ente Ochoa Uribe y el casi sexagenario periodista paisa.
-Te presento a mi fiel escudero, mi ponderado amigo ROOOOSSSSEVVVVVEELLLLTTTT, expresó con una risa en sus labios mi maestro  y casi que deletreando mi nombre.
- Mucho gusto joven, saludo el profesor mientras extendía su mano derecha y yo hacía lo mismo, pero con una timidez que me agobiaba.
La evocación empezó a aflorar. La memoria lúcida de los dos contertulios traía al presente la creación del Unión, equipo de infantes del barrio Boston que luego le daría origen al Atlético Nacional. Igualmente las atrapadas de un balón esquivo y muchas veces pesado que hacia su genial amigo Carlos Álvarez.  El amor por los caballos y su época de Jockey de Ochoa Uribe, en el Hipódromo de San Fernando, que también contaba con una cancha de fútbol para los partidos. Remembranzas aquellas que, entre risas, compartían los hombres del fútbol.
Ochoa Uribe también le recordó a Guillo sus inicios en el rentado colombiano con el mismo equipo que tres décadas enfrentaría en el Atanasio Girardot. De igual forma, un poco de su recorrido por el balompié de Brasil y del país.
“El Tío Memo”, por su parte, también le expresó al galeno y técnico del América que íbamos a realizar un Torneo Babyfútbol con la gente del Deportivo Independiente Medellín, por invitación cordial de Hernán Gómez Agudelo y muy similar a los que este versátil hombre orientó por tres versiones anteriores. Lo que no supo el profe Ochoa Uribe es que a los pocos días, ya el papá de “El Bolillo” se lo entregaría a Antonio Franco Ruiz y José María Ramaciotti, por las duras críticas que el afamado periodista había realizado en los micrófonos de esta emisora antioqueña.
La risa desmitificó a este hombre del fútbol, que conquistó cinco títulos como jugador con el onceno capitalino Millonarios y  el mismo número con ese equipo bogotano. De igual forma, una estrella con el Independiente Santa Fe y siete con el América, la primera de ellas en ese año de mi encuentro con él, para convertirse en el estratega colombiano con más títulos en nuestro balompié  rentado.
La cita culminó 45 minutos después, el tiempo reglamentario  que dura la mitad de un partido y sin la reposición necesaria porque debíamos dirigirnos hacia la cabina de la emisora.
Ese día me fui “sacando pecho” para el programa, no sin antes agradecer al gran maestro por la oportunidad dada de encontrarme con este ser tan valioso para la redonda del país.
Ahhh…y el resultado final del encuentro dominical: 4-2 a favor de Nacional, pero que no le sirvió, porque el profesor Ochoa avanzó como segundo del grupo A detrás de Atlético Junior, para luego coronarse como campeón del rentando por primera vez, rompiendo el embrujo o la maldición del odontólogo palmireño Benjamín Urrea, más conocido como “Garabato”.

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