domingo, 27 de mayo de 2007

La Importancia de llamarse Maturana




Por: Oscar Dominguez (&)


Cuando aparece en televisión o retratado en la prensa, a Francisco Maturana, el dentista desertor que vistió de frac el fútbol colombiano, se le ve frío como un whisky sobre las rocas. Pocón de sonrisas. Es su carné de identidad. La fórmula que acuñó para ver pasar creativamente la vida.
Por culpa del fútbol, el nuevo director técnico del Club Gimnasia y Esgrima, de La Plata, se volvió amnésico total a la hora de erradicar una caries dental, o de hacer un tratamiento de conductos. Sacrificó su profesión de odontólogo para pulir su condición de ideólogo del balompié. Ponerle apellido a una era y a una concepción deportiva, ameritaba cambio de profesión, colgar la fresa.
Al momento de ser reclutado para los “triperos” que patean el balón desde junio de 1887 -parece que fue mañana-, Maturana es presidente de la Asociación de Técnicos de Fútbol de Colombia, es socio del proyecto “Sueños del Balón”, que administra el Club Independiente Medellín, y despegaba como director de los Juegos Deportivos Nacionales de 2008. Dejó a todo el mundo colgado de la brocha y optó por el estrés del banquillo. O de la tribuna, desde donde ya vio perder a su equipo frente a San Lorenzo. El gol primero, la burocracia después.
Pacho conserva un tic de odontólogo: tiene el palito para hacerle abrir la boca de asombro a los amantes del fútbol que quedan anestesiados con su prosa fácil y convincente. O no convincente, para sus múltiples críticos. Que los tiene de alto vuelo. Es de los que se mide por la estatura de sus antagonistas.
A este José Gregorio Hernández del balón, sus devotos le oyen y le creen, o no le creen. Lo aman o lo detestan. No hay tutía, tratándose de un técnico.
Tiene más hoja de vida que una mujer fatal. No en vano se tutean con él Jorge Valdano, argentino enquistado en el Real Madrid (le regaló un libro con esta dedicatoria: “Desde la sensibilidad que nos une”), el italiano Arrigo Sacci, o el holandés Cruyff, sus pares en el oficio de dirigir la orquesta del fútbol.
A otros colegas de las grandes ligas del balompié se los encuentra en la Comisión Técnica de la FIFA, el conclave de sabios que analiza la evolución del arte de dar patadas bajo la conducción del francés Platini.
Parece que Maturana todo lo tuviera pensado. Le hacen falta preguntas para todas las respuestas que tiene.
Y así como cualquiera de sus jugadores improvisa alguna audacia con pelota inquieta, Maturana - un hombre de pelo quieto para hacer quedar bien a su raza negra chocoana- asombra con gambetas mentales tan elocuentes que parecen pensadas y pulidas durante muchos partidos de fútbol.
Sus conceptos se parecen a sus trajes. Se podría decir que el mismo que le corta los vestidos, le confecciona las metáforas.
Este intelectual puro del deporte que se desestresa dándole rienda suelta a su afición por los caballos, se salió rápido del cuero. En un ya, le quedó chiquito su Chocó natal, en la costa pacífica colombiana; no le sirvió la ropa hecha en Medellín y terminó como una especie de Cristóbal Colón hecho en Macondo: descubriendo para los españoles el nuevo fútbol colombiano.
El asunto como técnico de los colchoneros del Atlético de Madrid y del Valladolid, en España, no funcionó. Luego lo llamaron Al Hylal, un equipo árabe con el que ganó una copa, y de las selecciones de Ecuador, Costa Rica y Perú.
Y otra vez lo reclamaron los zares balompédico de Colombia, país al que llevó a ganar la Copa América. También la ha clasificado para dos copas del mundo. La ha dirigido durante 103 partidos internacionales.
Sacó tiempo de su agenda para llevar al Atlético Nacional a ganar una Copa Libertadores, único equipo colombiano que lo ha logrado.
Para que las cosas funcionen deben fracasar siquiera varias veces, es un principio que se le olvidó a Peter. Y eso lo sabe bien Maturana quien ha sentado esta “jurisprudencia”: perder es ganar un poco. Un principio tan contundente como el del ex campeón mundial de boxeo colombiano, Kid Pambelé, quien proclamó: Es mejor ser rico que ser pobre.
Para serle fiel a su credo de perder es ganar, Maturana ha perdido - y ganado- con varias selecciones suramericanas. Ha aprovechado sus reveses para enriquecerse espiritual y deportivamente. “Mañana volverá a salir el sol”, suele decir cuando la derrota le da con la puerta en sus narices.
El sol siempre le da la razón. Por ejemplo, cuando perdió 2-1 en Barranquilla, frente a Ronaldo y su corte del Brasil, en el inicio de las eliminatorias por una copa mundial. Y luego cuando la selección fue abochornada en La Paz por los bolivianos con un rotundo 4-0 que mandó a las duchas los ánimos de 44 millones de colombianos que hicieron fila para solicitar la renuncia.
Pero la dirigencia criolla y los jugadores dijeron no. Maturana también proclamó como el expresidente Samper: aquí estoy y aquí me quedo. No puedo salir corriendo a las primeras derrotas.
Pacho, como le dicen los de su entorno, suele hacer las veces de mamá, doctora corazón, siquiatra, asesor empresarial, Freud, proxeneta, médico, papá, director espiritual y corrector de estilo de los jugadores que están bajo su mando. ¡Todo por el mismo sueldo!
Otro mensaje que les han dado a los nuevos jugadores es: un futbolista es un artista que merece vivir bien. Como un Botero o un García Márquez.
Tiene una ventaja su filosofía balompédica: se puede adaptar sin costo alguno a cualquier profesión. Cuando los gringos decidan meterle geopolítica al fútbol, Mr. Maturana será invitado a Harvard para hablar de este deporte.
El hijo de doña Hilda, su colega técnica de fútbol y su personaje inolvidable a quien se la han recordado en exceso después de las derrotas mencionadas, el padre de Daniela y Daniel, quien dirige una escuela de fútbol, tiene la dialéctica contundente del encantador de serpientes.
Su fútbol se parece a su prosa: incluye una cierta dosis literario-filosófica, mezclada con sobredosis de pragmatismo que es ideología pero con goles bien hechos. Con esta múltiple receta acabó con los triunfos morales que consiste en jugar bonito y perder feo. Una selección no va solo a aprender.
Maturana nos cambió hasta de nostalgias: no vivir más de ese remotísimo 4-4 frente a Rusia, en Arica, en Chile. Ahora estamos viviendo del 5-0 ante Argentina. También este logro está agotado.
Este ejecutivo exitoso sin estrés, acaso con úlcera, habría sido el antagonista de Noemí Sanín, Horacio Serpa o Alvaro Uribe en unas elecciones, si le hubiera dictado la plaza pública. Finalmente, solo llegó hasta la Constituyente del 91 que cambió la pomposa Carta Magna de Macondo. Pero optó por el estadio como escenario para agitar las masas.
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(&) Escritor y periodista de Colombia. Su trayectoria profesional ha estado vinculada, entre otros medios, a las emisoras Radio Francia y La Voz de Alemania, al diario El Colombiano (Medellín), a la agencia Cronopios y a las publicaciones digitales colombianas Café Berlín y Colombia Analítica.

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