Por: Roosevelt Castro B.
Ocurrió el 18 de marzo de
2021. La noche fría contrastaba con el
calor interno de felicidad de los pocos hinchas y quienes fungían cómo miembros
del personal de logística del partido, en ese puñado de asistentes privilegiados
al Estadio Atanasio Girardot, para ver el triunfo categórico 3-0 de Atlético
Nacional de Medellín sobre Guaraní de Paraguay y para instalarse en la Fase 3
de la Copa Libertadores de América, en su versión 62. Los goles de Andrés “El
Riflecito” Andrade (2) y de Jarlan Barrera (1), le dieron el tiquete a los
dirigidos por el brasilero nacionalizado costarricense, Alexandre Guimarães.
La lluvia caía pertinaz sobre el
máximo escenario del fútbol antioqueño. El
argentino Néstor Fabian Pitana, arbitro central del partido, había terminado
exitosamente su jornada deportiva con un saldo de 4 tarjetas amarillas (2 para
Nacional: Geissón Perea-4’- y Brayan Rovira-74- y 2 para Guaraní: Antonio
Marín-33’- Miguel Benitez-11’-) y una roja (por doble amarilla para Miguel
Benítez, de Guaraní), en su partido número 51 de esta Copa continental, desde
su debut internacional en los albores del 2010.
Así, el juez internacional nacido
Corpus, provincia de Misiones, Argentina, el 17 de junio de 1975, completó 235
cartulinas amarillas y 14 rojas 7 de ellas por doble amarilla, en 11 temporadas
con escarapela FIFA y en una Copa de gran recordación para los hinchas
verdolagas, ya que la han alzado en dos versiones, una en 1989 y la otra en el
2016.
Mi encuentro con
Pitana
Una voz interna en cabeza me
decía, casi que hasta saciedad: “Vaya al Estadio”, “Vaya al Estadio, que no se
arrepentirá”. Eran las lucubraciones que hacía en mi casa de habitación,
recostado en mi cama viendo el partido.
Terminado el cotejo futbolero,
decidido, fui al encuentro con uno de mis grandes iconos del juzgamiento del
fútbol. El objetivo: mostrarle mi tarjeta verde y decirle que había sido su
creativo desde hace casi tres décadas y media.
Eran las 9:45 p.m. (hora de
Colombia), cuando llegué al estadio de fútbol medellinense, escenario que al
día siguiente cumpliría sus 58 años de inaugurado.
Había gambeteado los charcos y
las gotas de lluvia que seguían cayendo en la Unidad Deportiva Atanasio
Girardot, lugar cercano a mi hogar.
Al llegar saludé a Lina María, encargada
de la vigilancia y a Claudia Yanet Gómez Múnera, funcionaria del Inder Medellín
y madre de la esgrimista colombiana Alejandra Piedrahita Gómez.
-
¿Ya salieron los árbitros? les pregunté.
-
¡No, todavía no don Roosevelt!,
respondió afablemente la encargada de la seguridad en “el Coloso de la 74!,
como llaman algunos colegas al máximo escenario del fútbol de Antioquia.
-
¡Gracias, muchas gracias!, les dije con
una enorme sonrisa, que no dejó ver el tapabocas y la careta de acrílico que
cubrían esa parte de mi cuerpo y con las que cumplía las medidas de
bioseguridad exigidas ante la pandemia del Covid 19.
Y empezó la espera. A mi costado
también aguardaban los colegas Juan Camilo Álvarez, de Futbolred y Jeimmy Paola
Sierra, de As, y a quienes también saludé.
Personal de
logística entraba y salía. Los minutos
pasaban. El periodista José Luis Alarcón Caro y su equipo de trabajo de ESPN
Deportes también me saludaron efusivamente y se despidieron. Los segundos parecían minutos y estos
parecían horas. Los nervios jugaban conmigo.
Luego de casi 47
minutos de espera y en “un par de minutos de reposición”, apareció Pitana
secundado por su equipo arbitral conformado por los argentinos Gabriel Chade,
Julio Fernández, Andrés Merlos, quienes habían fungido como asistentes
arbitrales 1, 2 y cuarto árbitro, respectivamente.
Igualmente,
Nilson Moncao, de Brasil, quien ofició con asistente del VAR. Así mismo, un
colombiano que no reconocí y quien vigilaba celosamente los pasos del equipo
arbitral, especialmente de Pitana.
Presuroso, y con
la ansiedad igual a la de un niño que estrena un juguete, me le acerqué al juez
mundialista en dos ocasiones y quien había pitado la gran final entre Francia
(4) y Croacia (2), en Rusia-2018.
El colombiano en
esta delegación arbitral trató de impedirme acercarme al juez gaucho. Yo hice
casi omiso y en fracción de segundos me le presenté.
- - Mi nombre es Roosevelt Castro Bohórquez,
soy colega tuyo en el juzgamiento y también soy periodista deportivo. Además,
soy el creativo e inventor de la tarjeta verde en el fútbol ¿creo que ya la conoces?
-
Sí, ya la conozco. De hecho, yo también
traigo la mía. Contestó el profesor de Educación física en su país y esposo
amoroso de Romina Ortega, rompiendo el hielo protocolario que impedía estar
cerca de él.
Con este “espaldarazo”
de Pitana se procedió a la toma de fotos y la firma de autógrafos, mientras
conversábamos un ratico acerca de sus divertidas jornadas extra arbitrales y en
las que fungía como disjockey o como referente en asuntos solidarios, educativos
y formativos en su provincia natalicia de Misiones.
¡¡¡¡Roosevelt,
oh guau!!!. Exclamó asombrado de mi nombre, mientras firmaba mi tarjeta del
Fair Play y hacía lo mismo con la de él.
“Siempre donde
tenemos que estar, cerca de la gente, motivando a los niños y jóvenes, con
dedicación, valores, sacrificio, se consiguen las metas, los únicos límites son
los que nosotros mismos nos ponemos. Comprometido en todo momento con cada
lugar de Misiones, llevando adelante mi mejor herramienta que es el corazón
abierto para los misioneros”, expresó hace poco el “Orgullo de la Tierra
Colorada”, como él mismo también me lo manifestó esta noche mágica.
“Para Rooselvelt
con Cariño. Pita--¡firmó la mía.
Con el
agradecimiento a flor de piel nos despedimos de este gran referente del
juzgamiento del fútbol y ahora cómo nuevo “Embajador del Fair Play de la
tarjeta verde”, mientras afuera del estadio el cielo lloraba, para que el campo
y yo soltábamos nuestra mejor sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario