sábado, 11 de noviembre de 2017

De la curiosidad al aguante (Evolución de las barras del fútbol en Medellìn)


Cada domingo, en cualquier rincón del planeta, en los grandes estadio de las metrópolis o en los humildes campos abiertos de las aldeas, en las lustrosas canchas de pastos relucientes o en  los pelados poteros  de las barriadas, multitudes incontables, y a veces incontrolables, se arremolinan en torno  a esa ceremonia ritual y explosiva que es el fútbol”
(“El Fútbol es todo un simbolismo sexual- Juan Gossain)

Por: Roosevelt Castro B.

Cuando mi abuela materna María Elena Penagos, una octogenaria  de Anolaima, Cundinamarca,  definía el fútbol, no era muy profunda.  Sólo decía  que eran “ventidos piernipeludos” detrás de un balón dándole patadas y un loquito vestido de negro con un pito tratando de recuperarlo”. 
Cualquier hincha de este deporte se llevaría las manos a la cabeza. El fútbol, argumentaría, va más allá de ese simple gesto de patear un balón.  Diría que es arte, es poesía, es rito, es ceremonia. De igual forma,  es pasión, amor, odio, exaltación como algunos  sentimientos que desatan  y hacen  vibrar al hincha.
Es que el fútbol desata todo tipo de pasiones en sus seguidores, que son diferenciales al que acude a un concierto de música clásica, a un museo o a otro tipo de espectáculo. A diferencia de los anteriores, este es más bullicioso e incluso más pasional, especialmente cuando se inserta o adscribe a una barra y se convierte en anónimo si es solo él pero, en lo que llamaría el ensayista y pensador  francés Gustave Le Bon, como alma colectiva.
El seguidor de fútbol   necesita de otros  para reafirmarse e identificarse plenamente con sus símbolos.   Se trata de un sentimiento tribal que cohesiona frente al enemigo y que alimenta instintos territoriales y de lucha. Como diría la filosofía popular: “No somos machos, pero somos muchos”.
¿Pero siempre fue así?.  Aquí plantearemos como evolucionó el hincha de fútbol en Medellín, pasado de la curiosidad sana y sin aspavientos hasta el paroxismo barrista de los últimos años.
Los pañales del aguante paisa

Cuenta el historiador antioqueño Rodrigo de Jesús García Estrada, en su Breve historia del fútbol  en Medellín,  que: la práctica de los deportes en nuestra ciudad surge directamente ligada a los procesos de modernización acelerada experimentados durante las tres primeras décadas del siglo pasado.
Estos procesos tuvieron su expresión más palpable en el incremento inusitado de las áreas urbanizadas, las apariciones de modernas industrias, el auge de la exportación cafetera y las cada vez más estrechas relaciones del comercio medellinense con estados Unidos y Europa.
 En este contexto aparecen  los deportes, rompiendo con una dinámica que se había perpetuado por centurias. Primero fueron el tenis y el golf y posteriormente el fútbol y el baloncesto, como uso exclusivo de la elite de la capital del departamento de Antioquia.
Por eso cuando el rico comerciante antioqueño Guillermo Moreno trajo el primer balón de fútbol a Medellín, en un viaje realizado al Viejo Continente,   lejos imaginaría que una lúdica rural cambiaria por una más citadina.
Hasta aquí García Estrada.  Allí estaba, aunque no lo presentían sus impulsores, el germen de una pasión para muchos y la profesión para otros: El fútbol.
El primer equipo fue el Sporting Foot-Ball Club, organizado por el año de 1912 por dos comerciantes suizos: Juan Heiniger y Jorge Herzig.  Después surgió el Medellín Fútbol Club.
Los primeros  hinchas eran más bien curiosos del novedoso deporte.  Familiares y amigos de los deportistas veían, con asombro, como esta Villa semicolonial  socializaba con esta nueva expresión deportiva, mientras  se tomaban un  té y hablaban y reían a carcajadas de cualquier imprevisto que ocurriera en la Manga de Los Belgas, lugar donde hoy funciona el Hospital San Vicente de Paul.
Los obreros de las nacientes industrias medellinenses  también veían con cierta curiosidad, como muchos de los  futbolistas, hijos de la élite antioqueña, daban rienda al deporte de sus amores. 
Muchos de ellos también lo jugaron en la cancha privada de Miraflores  del Colegio San Ignacio, ubicada en el sector oriental de Medellín.
Década movida

De un momento a otro, el balón saltó la barda y fue a caer a la barriada. Los obreros sin los implementos necesarios pero con mucha pasión empezaron a pegarle a la pelota, siendo observados por sus  compañeros de barrio o sus amigos del barrio.
Afirma el periodista e historiador deportivo   Carlos Emilio Serna Serna que. “la década de los 20 a los 30 fue una de las más movidas del fútbol medellinense. Los partidos eran unos verdaderos carnavales en  las pequeñas lomitas, que servían de tribunas  a los alentadores.
Fue tanto el auge del fútbol, que finalizando la década ya habían construido el primer estadio, que se llamó  Los Libertadores.  Estaba ubicado en el sector de lo que hoy es el barrio San Joaquín y fue inaugurado el 24 de febrero de 1929 con el partido Associattion del Perú contra el ABC Medellín, con la asistencia de casi ocho mil espectadores.  El marcador final fue 9 goles a 0 a favor de los visitantes.
Y fue el 26 de octubre de ese año que se fundó la Federación Antioqueña de Fútbol, conocida como la rectora del balompié aficionado antioqueño.
Se suman más simpatizantes
Medellín crecía a pasos agigantados. De la Villa Semicolonial  a ciudad que se asomaba al mundo con garbo y elegancia.
Los seguidores del fútbol  exponencialmente también aumentaban. Ya no eran los acompañantes curiosos del barrio equipo del barrio o de las fábricas. Los intercambios interdepartamentales de selecciones vinieron con los hinchas  de los jugadores, que eran convocados a defender los colores blanco y verde de Antioquia.  Ya los unía otra pasión: la de la selección Antioquia.
Génesis de la violencia
De la violencia en el fútbol, Medellín no se escapa.  Cuenta la historia que el 9 de julio de 1944, la Federación Antioqueña de Fútbol  programó un partido en el Estadio Los Libertadores, entre el Medellín y el Huracán.  Habia una entrada de 3.000 espectadores para un recaudo en taquilla $ 18, 000, oo.
Huracán le quería darle los puntos al Medellín, ya que matemáticamente  era el virtual campeón. Igualmente, quería jugar con suplentes. Medellín no aceptó.  Francisco Cuartas, presidente de la Fedefútbol, intervino en el impasse, pero no pudo.  
El público se impacientó. Cuartas se llevó el dinero por miedo a desmanes.  Los hinchas  se sintieron burlados, pues no les devolvieron su dinero y no les presentaron el partido, a lo que empezaron a vociferar y a lanzar papeles prendidos y como las tribunas eran de madera el fuego fue tomando fuerza. 
Luego se llamó la policía que fue recibida a punta de sillas de madera lanzadas por los enardecidos espectadores.  El contingente de seguridad, comandado por el capitán Ortega,  se defendía.  Ortega, borracho, mandó disparar al público. El saldo final: cinco muertos, dos de ellos futbolistas del Medellín, y 15 heridos.
Atlético Municipal y el Medellín captan seguidores

Con la aparición del fútbol profesional  en 1948, el país futbolero se transformó.  Medellín no fue la excepción. Los oncenos de Atlético Municipal y  Medellín empezaron su senda por los estadios  de Colombia.
El Estadio San Fernando,  ubicado en donde hoy funciona la Plaza Mayorista, era  visitado por los hinchas ávidos de ver un espectáculo mejor.
Familias enteras y grupos enormes de amigos  asistían a cada jornada dominical para ver  no solo el choque futbolero, sino también apostar en el hipódromo sanfernandino.
Cinco años después, el 19 de marzo fue inaugurado el estadio Atanasio Girardot. La megaobra había sido proyectada con varios años de lucha incesante  para su construcción.  El terreno tuvo un costo de 800 mil pesos y su construcción costó más de 15 millones de pesos. En ella participaron cientos de obreros y 200 presos de la cárcel La Ladera.
El sector de Otrabanda fue el elegido para la construcción de este anhelo futbolero de miles de hinchas que gritaban al equipo de sus afectos.
Los procesos de industrialización de las tres primeras décadas que vivió Medellín  y la naciente urbanización ameritaban un escenario deportivo para la ciudad.
Comienza la fiesta

Ramón Ospina, en el partido preliminar entre Antioquia y el América de Cali, convirtió el primer gol,  para la alegría de muchos de los seguidores que se agolparon para la inauguración del máximo escenario del fútbol antioqueño y que bautizaron en honor a Atanasio Girardot, muerto heroicamente en el Bárbula, quizás  presagiando las grandes batallas futbolísticas que iban a tener los equipos anfitriones de Antioquia.
La jornada de inauguración se completó con un cuadrangular de fútbol profesional disputado entre el Atlético Nacional, el Deportivo Cali, la Alianza Lima de Perú y el Fluminense de Brasil.  El primer gol profesional fue marcado por Jaime Manco Gutiérrez, jugador del Atlético Nacional, al equipo Alianza Lima.
Cuentan que ese día se entregaron mil 500 entradas gratuitas para los jóvenes de los barrios más pobres de la ciudad, para que pudieran participar en el acto de inauguración. “Desde ese día hay revendedores de boletas”, comenta jocosamente Carlos Emilio Serna Serna, en su libro “1929-1989- 60 años Fedefútbol Antioquia”.
El pollo asado, la gaseosa,  las arepas, eran algunas de las viandas que consumían los asistentes al máximo escenario del fútbol paisa. 
“Era una fiesta que se vivía en familia” , recuerda  Rubén Darío Elejalde,  hincha irreductible del Deportivo Independiente Medellín.  “Mi padre Evodio me llevó a un partido contra el Tolima en 1960  y quedé maravillado con el juego”, señaló el habitante del barrio La floresta de Medellín.
Ese ritual familiar del hincha rojo  era muy similar al del rival de plaza.  “Asistíamos entre amigos. No había peleas. Cuando terminaba un partido e incluso un clásico, nos sentábamos con los hinchas contrarios a tomarnos unos aguardientes en las carretillas que habían en los alrededores del Estadio”, cuenta el rionegrero Guillermo Otalvaro, hincha de Atlético Nacional.
Crece la hinchada

Los títulos de en el siglo pasado de Deportivo Independiente Medellín en 1955 y 1957 y de Atlético Nacional en 1954, 1976, 1981, 1991, 1994, 1999 hacen crecer los seguidores de ambos bandos con unas características muy marcadas.
Gilberto Pulgarin, un acérrimo seguidor escarlata,  crea la primera barra organizada de la región a principios de 1972.  “Poderosos del DIM” se llamó el grupo de amigos que se reunieron a alentar al DIM en la tribuna lateral norte.
“Ellos, al igual que nosotros, queríamos que el Medellín se quedara en nuestra ciudad, luego de su paso a Barrancabermeja el año anterior  como Oro Negro”, evoca Ruben Elejalde, socio fundador de la barra  “La Danza del  Sol”, fundada el 11 de junio de 1972.
“Nosotros siempre nos ubicamos en popular centro ahora llamada oriental baja y para el 2017 estaremos cumpliendo 45 años de seguir a cada jornada a nuestro DIM, siendo la barra más antigua  del fútbol en Medellín”,  rememora Elejalde.
Fue la barra pionera en la trashumancia de hinchas.  “Vendíamos los tiquetes para acompañar al equipo.  Recuerdo que el primer viaje  fue a Pereira  y con ellos empatamos 0-0. Fuimos a Cali, Ibagué, Manizales, Armenia, pero problemas de orden público no lo volvimos a hacer desde hace 8 años”, evoca Ruben Darío Elejalde, tecnólogo industrial del Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
Cuatro años después desaparece los “poderosos del DIM” pero emergen grupos de seguidores. El Escuadrón Rojo, La Puteria Roja, Barra Kid Chance, La Llave Roja,  entre otras barras fueron surgiendo para darle aliento al llamado “Equipo del Pueblo”

Los seguidores Verdes no se quedan atrás.  “Recuerdo que una de las primeras barras de Nacional fue la Academia Verde creada por Héctor Gómez, el popular Radiolo. Se hacían en la tribuna oriental. Nosotros, con unos amigos del barrio Buenos Aires y compañeros de trabajo de Coltejer,  fundamos la barra Comando Tribuna Verde y empezamos a alentar al equipo en popular centro ”,  afirma Guillermo Otalvaro, hincha verde   desde 1976.
Después aparecieron otras como la Oswaldo Juan Zubeldía, Escándalo Verde, entre otras.
Las barras se asocian

Con las diferentes ampliaciones que tuvo el Atanasio Girardot, como las construcciones de la tribuna oriental para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1978 y las tribunas norte y sur, por recomendación de la Confederación Suramericana de Fútbol,  para principios de la década de los 90, el aforo aumentó.  Se pasó a casi que duplicar la asistencia para llegar a casi 50 mil aficionados.
Unido a ello, los triunfos internacionales de los clubes antioqueños como la Copa Libertadores de América, la Copa Merconorte,  la Copa Interamericana, entre otros. Esto obligó a que los hinchas, con el fin de obtener una boleta, no solo se adscribieran a una barra sino que aparecieran dos entidades responsables para ser el puente entre los equipos y los grupos de seguidores. Así nació Ubanal y  Asobdim.
La Unión de Barras de Nacional, Ubanal, surge a finales de de 1989 luego del gran título continental del cuadro verde, pero es el 4 de diciembre de 1990 cuando gana su personería jurídica.  “En esto nos ayudaron mucho los periodistas Luciano González Sequea, Alonso Arcila Monsalve y el empresario Sisar Arango (q.e.p.d).  El objetivo no solo era acompañar al equipo sino comprar un jugador de primera línea para el equipo. Esto último no lo pudimos lograr”, confirma Guillermo Otalvaro.
45 grupos de seguidores del cuadro verdolaga  firmaron el acta de fundación de Ubanal.
Ante la desaparición de unas,  la aparición de otras,  sin una sede propia, con reuniones periódicas cada primer viernes del mes y  apostándole a los programas  que vienen desde la administración municipal, al mando de Federico Gutiérrez,   las 12 barras  y los casi mil seguidores que aglutina Ubanal quieren seguir aportando a la paz y la convivencia en el fútbol.
La Asociación de Barras del Deportivo Independiente Medellín, Asobdim,  es la otra entidad que surge en La Capital de Montaña para aglutinar un grupo de barras deseosas de asociarse legalmente.  17 delegados de barras compuestas por grupos familiares se reunieron un día  de 1990 para concretar la idea y no fue que hasta el 0 junio de ese que la gobernadora María Helena Herrán de Montoya firma la resolución 37413 para darle vida jurídica a la entidad sin ánimo de lucro.
Ya han transcurrido más de un cuarto de centuria y Asobdim y sus más de 7 mil asociados  contribuyen con una labor social importante en beneficio del hincha y del fútbol. “Hemos trabajado muy duro para que el hincha se sienta cómodo, bien y respaldado en el Estadio. De igual forma, que la boletería se le respete, lo mismo que su lugar en el Atanasio. Del mismo modo realizamos un torneo de niños en 3 categorías que van desde los 10 hasta los 12 años y en el que hemos contado con casi 152 equipos inscritos. Además, tenemos un Club deportivo que participa activamente en los campeonatos de la Liga Antioqueña con casi 230 niños beneficiados”, indica Jorge Hoyos, presidente de  la Asociación de Barras del Deportivo Independiente Medellín, Asobdim.
¿Barras Bravas?

El fenómeno de violencia asociado al fútbol  no es ajeno en Medellín.   En los albores de 1992 y con la creación  del Escándalo Verde, por un  grupo de jóvenes seguidores del Nacional,  y  de “La Puteria Roja”, por parte de púberes hinchas del DIM, se empezaron a generar algunos desmanes entre ellos, especialmente por su ubicación en el estadio.  Ambas barras se hacían en la tribuna oriental.
En septiembre de 1998, cansados de tanta violencia, especialmente en los clásicos regionales,  y tras varias reuniones,  los seguidores rojos  de la Puteria Roja conformaron un grupo  que se denominó Rexixtenxia Norte y escogieron la tribuna norte para alentar al equipo de sus amores.
Un año antes, y en el mes de noviembre,   había nacido el contingente juvenil de Los Del Sur.  Varios adolescentes  fanáticos del  cuadro verdolaga, adscritos al Escándalo Verde, decidieron  separarse y, en  la Urbanización Villa de Aburrá, crear la nueva barra, que empezó a animar al Club Atlético Nacional en la tribuna sur del  llamado “Coloso de la 74”.
Se han convertido en un fanatismo irracional y bárbaro que muchos las empezaron a llamar como “Barras Bravas”.
“Yo no las califico como Barras Bravas, pues tienen unas características diferentes a otras y están marcadas por nuestra idiosincrasia. Recordemos que en la época cruenta y violenta en Medellín, por parte del narcotráfico, el fútbol sirvió de bálsamo para la ciudad y le hizo una gambeta a la muerte”, asevera Gonzalo Medina Pérez, politólogo y profesor universitario especialista en el tema.

“Debemos aceptar que es una nueva generación de hinchas del fútbol, que lo ven con otros matices y de una manera distinta”, concluye Guillermo Otalvaro, presidente de Ubanal.
Aunque sobrediagnosticadas   las “barras bravas” en  la ciudad quieren apoyar las políticas claras para la paz y la convivencia que plantean desde   la Administración Municipal, por parte de Federico Gutiérrez Zuluaga.  

Así, el hincha de fútbol  en Medellín  pasó de  una curiosidad por el juego hacia un fanatismo extremo, muy al pesar de mi abuela materna.

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