miércoles, 17 de julio de 2019

El Kaizen de la tarjeta verde


La tarjeta verde ha sufrido grandes transformaciones en sus más de tres décadas de creación. Veamos ese mejoramiento continuo de esta propuesta revolucionaria liderada por el periodista Roosevelt Castro Bohórquez.

Por: Naty Gómez Z.

Kaizen es una palabra de origen japonés compuesta por dos vocablos: kai que significa cambio, y zen que expresa para algo mejor, y de este modo significa mejoras continuas, bien sea en el contexto personal, familiar o social.
Roosevelt Castro Bohórquez y su tarjeta verde han “sufrido” de ese mejoramiento continuo del que habla el pueblo Nipón.
Génesis altruista
“Cuando estudiaba mi primaria, en la Escuela Anexa Francisco Montoya Kennedy, en Caramanta, Antioquia, me disfrazaba de payaso de circo. Mi nombre artístico era corazoncito. Con unos amigos,  montábamos una serie de shows cómico-musicales. Imprimíamos unas boletas con el sello de la Escuela. Las vendíamos y con el dinero recaudado, comprábamos una serie de mercados para dárselos a la gente menos favorecida de este municipio  ubicado en el suroeste antioqueño”, rememora el filántropo y creativo de esta propuesta Fair Play.
Allí, a sus 13 años, el pequeño infante descubre su vocación altruista y generosa.
“También realizaba una especie de periódico mural, en un viejo tablero que me facilitaban”, evoca el sexagenario tolimense, nacido en Villarrica un 16 de abril de 1959, pero criado en Antioquia.
Las tizas de colores, el borrador, el olor a cal y el vetusto tablero fueron los ingredientes  para otra su vocación: el periodismo. Igualmente,  los cachacos de su padre para disfrazarse de payaso, los deportes como el voleibol y el fútbol, que no solamente los practicaba sino que también los juzgaba, fueron sus nacientes aportes, a lo que años más tarde se convertirían en sus dos grandes pasiones: el fútbol y el periodismo.
Por eso no es de extrañar su contribución con la pelota. “En 1974 recalamos en Medellín, a una casa que había comprado mi padre ocho años antes en las cercanías del Estadio Atanasio Girardot”, rememora el cuarto hijo de Roosevelt, un jubilado de la Federación de Cafeteros y de Cecilia, una hacendosa matrona de Anolaima, Cundinamarca.
Las verdes mangas fueron testigo mudo de las  batallas futbolísticas que emprendía Roosevelt con sus equipos de fútbol a  los que bautizó como “Las Águilas”, “Real Florida” y “Sporting Florida”, para jugar los desafíos barriales que programaba con otros.
“En Sporting Florida fui asistente técnico y preparador físico. Participamos con ellos en la Liga Antioqueña de Fútbol, en la categoría de Ascenso. Yo tenía como 17 años de edad, cuando, con Luis Alfonso Pizarro como técnico, asumí esa responsabilidad, sin haber terminado mi bachillerato en el Liceo Nacional Marco Fidel Suárez”, comenta el fundador del periódico “El Ideal Juvenil” en su colegio.
“Me gradué como bachiller en año de 1978, pero no pasé a la Universidad de Antioquia. Quería estudiar periodismo, pues no solo había sido creador del periódico en mi colegio sino que ese año conocí  a un monstruo del periodismo: Don Guillermo Hinestroza Isaza. Él me dio la oportunidad de trabajar en radio deportiva, especialmente en un programa llamado Tribuna Roja, un espacio dedicado al DIM, que se emitía por Emisora Claridad, de Todelar”,  evoca Castro Bohórquez.
Para 1979 los micrófonos de “Don Guillo” y la grabadora de Roosevelt se trasladan para Radio Popular, del congresista Mario Gutiérrez Cárdenas y de Jaime Saldarriaga Arcila, uno de los primeros integrantes del Unión, equipo fundado por Hinestroza Isaza que le dio el  génesis al Atlético Nacional.

El Babyfútbol, inicios con la magia del balón
Hinestroza Isaza me invita a hacer parte del programa Goles y Comentarios. Se emitía por el Radio Sistema Federal y su emisora Radio Popular. Este grupo de emisoras después las adquirió el Grupo Radial Colombiano, GRC (Hoy Colmundo Radio). Ese año nos contacta el Dr. Hernán Gómez Agudelo, papá de “El Bolillo”,  para que le hiciéramos un torneo Babyfútbol, muy similar al que realizaba Guillermo en años anteriores”, recuerda el llamado “Juez de los Valores”.
En 1973 fue el último de los tres torneos infantiles de fútbol que desarrolló este genio, pintor, escritor y periodista deportivo  antioqueño. Con gran éxito vio desfilar figuras como Gustavo Nilsen Zapata, Orlando Pérez, Rogelio Zapata, Luis Ormeño Gómez. Albeiro Casas, entre otros, quienes habían salido de ese torneo y ya formaban parte de plantilla profesional del DIM. Fue por ello del llamado de urgencia de Gómez Agudelo, quien fungía como gerente del equipo rojo de Antioquia, para que le realizaran un torneo similar. “Guillermo aceptó el reto y me invitó. Pero lo que no sabíamos era que Gómez Agudelo quería un torneo gratis y como el polémico periodista no tenía pelos en la lengua, le espetó unas cuantas verdades en el micrófono  al dirigente paisa y este, disgustado, nos quitó la realización del torneo infantil de fútbol. Llamó como relevo a José María Ramacciotti, director técnico de las divisiones menores, y al odontólogo Antonio Franco Ruiz”, rememora el tolimense de nacimiento y antioqueño por adopción.
El coliseo de baloncesto Iván de Bedout fue el anfitrión de la fiesta futbolera a principios de 1980. De allí salieron grandes figuras para el fútbol como Andrés Escobar, René Higuita, Óscar “Galea” Galeano, Guillermo Álvarez, “Mecha” Jurado, entre otros.
“Cuatro años después, Guillermo y yo buscamos al Dr. Franco para reactivar el Babyfútbol. Después de dos o tres reuniones con el afamado odontólogo paisa, le propusimos que nos ganáramos un dinero con ello y se convirtió en una blasfemia para él. “Yo por dinero no les trabajaré a ese proyecto”, sentenció Franco Ruiz y se fue sin dar aviso”, comenta con nostalgia el trabajador de Editorial Colina en Medellín, en ese momento.
Es que Franco Ruiz  ya tenía asegurado el futuro con su profesión, pues tenía contratos con el Seguro Social y con sus clientes en un consultorio privado, en cambio los otros querían “rebuscarse” un dinero, pues Guillermo estaba vendiendo pauta para su espacio radial “Goles y Comentarios”, que se emitía por Radio Ritmos y  Roosevelt trabajaba para una empresa editorial.
Así las cosas, Franco Ruiz, en la dirigencia de la Liga de Atletismo de Antioquia, les hizo mutis por el foro y se llevó el proyecto para hacerlo gratis con Julio Vélez, Gonzalo Peláez, Julio César Acosta, Álvaro Galeano, entre otros, creando la Corporación Babyfútbol Los Paisitas y organizando el primer torneo en 1985.
“Le cuento esto, ya que fuimos tres personas las que le dimos “el puntapié inicial” a lo que 35 años después es esta fiesta infantil de 15 disciplinas deportivas llamada el Festival de Festivales, que empezó con el fútbol y que a dos de ellas nos echaron al olvido: Guillermo Hinestroza Isaza y Roosevelt Castro Bohórquez”, sentencia el comunicador social-periodista de la Universidad de Antioquia.

La verde da sus primeros pasos
“Hice mi primer curso arbitral en 1981, en Comfama de San Ignacio, con Gonzalo Valderrama, pero no ejercí, ya que orientaba los destinos de los equipos de la UPB. Allí, en ese curso, estuvieron entre otros Jorge “El Seco” Luis Arango, Juan Manuel Gómez Botero, John Jairo Toro, Bernardo Valencia, Mario Bedoya Morant, entre otros”, comenta el cocreador del moderno Babyfútbol y quien un año antes dirigió un equipo satélite del DIM llamado Medellincito, que nació de la negativa de Gómez Agudelo de no dejar participar dos equipos que Roosevelt había conformado para ese fallido Babyfútbol.
“Hicimos ese equipo y competimos en el Torneo de la categoría cuarta en la Liga Antioqueña de Fútbol. Como entrenábamos en la Bolivariana, los jugadores  nuestros pasaron a reforzar a la UPB y yo empecé a fungir como asistente técnico al lado del titular Alberto Escobar Acevedo”, recuerda el llamado Comunicador de la Paz.
Para 1985 realiza su segundo curso arbitral. Esta vez los instructores  fueron Juan Manuel Gómez Botero y Octavio Sierra Mesa. “Empecé a pitar en forma en 1986. Lo hice con un arbitraje didáctico y pedagógico con los niños. No pedía que me programaran con los jóvenes. Les empecé a enseñar las 17 reglas del fútbol”,  evoca el periodista deportivo asociado a la Acord, a la AIPS y al CIPA y creativo de la publicación deportiva “Sólo…Fútbol Aficionado”, en ese año.
Fueron muchas las misivas y mensajes de felicitaciones enviados hacia el Colegio de Árbitros de la Liga por la labor realizada por Roosevelt con este tipo de juzgamiento. En uno de ellos  el señor Gessler A. Hernández, presidente del Club Clásicos Santa María, manifestaba su gratitud y al mismo tiempo su preocupación por la orientación dada en ese entonces.
“El desempeño del señor (Roosevelt) Castro nos demostró que cuando hay buena capacitación y se tiene personalidad los resultados tienen que ser buenos, pues no solo dirigió el partido con el pito, sino que pedagógicamente hizo lo más importante en estas categorías como orientar a los niños en la ejecución de algunos movimientos; ejemplo: el saque de banda, de puerta, etc.
Jueces de éstas condiciones son los que hacen bien al deporte, mucho más que muchos entrenadores, que en lugar orientar de orientar a sus jugadores, los envían al campo de juego a dar puntapiés, a insultar al contrario, a hostigar al juez y muchas cosas más”, señaló en la misiva Hernández, máximo dignatario del equipo itagüiseño.

 Lo didáctico se funde con lo axiológico
Diez años después y con un receso amplio en el juzgamiento del fútbol,  Roosevelt volvió a retomar el arbitraje didáctico y le anexó otro ingrediente: el axiológico.
“Veíamos con preocupación cómo los niños del balompié antioqueño eran fundamentados en lo técnico, se preparaban en lo físico, pero no había una integralidad con sus valores morales y éticos. Así nos vimos a la tarea de crear un minimanual de convivencia para conjugarlo con la parte didáctica. De esta manera nació el arbitraje didáctico y de fortalecimiento en valores, con el aval del ex juez FIFA Juan Manuel Gómez Botero, en 1997”, indicó el hombre del fútbol.

Es que ese  interés de Roosevelt  por combinar los valores con el fútbol  nació en 1990  cuando participó, como director técnico, de unos equipos de futbolito, en  los torneos que organizaba la parroquia Nuestra Señora de Lourdes del barrio Florida Nueva-Estadio, en la ciudad de Medellín. Él observó cómo antes de los partidos se les impartían  una catequesis a los participantes de los torneos inculcándoles valores y quien no asistiera a ellas no podía jugar. Le gustó tanto que quiso compartirlo, bajo sus propios parámetros, con los equipos infantiles de la Fedefútbol y desde 1997, cuando pidió reingreso como árbitro, lo convirtió en una buena estrategia para fomentar y fortalecer los valores y el juego limpio. 

La propuesta pedagógica y axiológica empezó en las canchas del fútbol aficionado de Medellín, Antioquia, Colombia, con una laminita del Divino Niño. Al reverso de la imagen le imprimió un mensaje con un sello de caucho que decía: “Yo amo, tolero y respeto a mi adversario”.
Este mensaje se los entregaba antes de los partidos a los niños futbolistas de Antioquia como “pretexto” para educar en valores. Fueron más de 7 años donde se llevó esa recomendación de paz y convivencia en los diferentes escenarios del balompié aficionado antioqueño.

Propuesta reestructurada
Si bien la propuesta tuvo sus aciertos también tuvo sus inconvenientes. Muchos de los niños del fútbol aficionado no eran católicos y el mensaje se empezó a diluir.
Es que detrás de las estampitas que repartía Roosevelt había ese mensaje de respeto y tolerancia con los rivales  y con ellas quería inculcar un poco de amor en las canchas en donde le tocaba ejercer éste duro y desagradecido oficio y cuando hablaba de pretexto indica: “Algunos de los niños de los torneos de las categorías tercera, cuarta o escolar eran Testigos de Jehová o eran Evangélicos o eran Judíos y no creían en el cuento de la laminita, pero yo les decía que leyeran y reflexionaran acerca del mensaje y que lo que quisieran hacer con ella no me interesaba. Además les decía que lo más importante es que imitaran lo bueno de los grandes jugadores de fútbol; que no hacía falta llenarse de soberbia, vanidad o engreimiento; que había que respetar a los demás y siempre, siempre, trabajar en equipo y con mucho amor “, les indicaba a los niños el árbitro Castro.


 Del Divino Niño a la tarjeta verde
Por eso se dio  a la tarea de encontrar un código universal que no “violentara” los principios espirituales de los niños futbolistas y así creó la Tarjeta verde, como ese símbolo para la campaña educativa de la formación en valores y de la promoción del juego limpio.
Ese variopinto paisaje espiritual mutó al color verde, en el 2004. “Me encontré con esa diversidad religiosa,  que no creían en el cuento del Divino Niño y vi en el verde ese código que faltaba, para completar la trilogía del semáforo en la que se inspiró el árbitro ingles Ken Aston para inventar las tarjetas punitivas en el fútbol. Así nació esta tercera tarjeta que tiene unos objetivos axiológicos como son los de premiar todas las acciones de juego limpio que tienen los jugadores, cuerpos técnicos y administrativos de los equipos de fútbol antes, durante y después del desarrollo de un partido”, señala el llamado “Árbitro de la Paz”.
Salvaguardar la integridad física de los jugadores, generar espacios para la paz y la convivencia en el contexto del fútbol son otros de los objetivos que pretende esta tercera tarjeta futbolera y axiológica. 
En el 2004 y como miembro de la “Mesa de Trabajo por el “Juego Limpio” en el Fútbol Aficionado de Antioquia, en la Comisión de Juzgamiento, y adscrita a la Oficina de la No-violencia del Departamento de Antioquia”, Castro Bohórquez propuso hacer este tipo de arbitraje, pero no se pudo ejecutar ya que le dieron más fuerza al problema de las falsificación de documentos para la inscripción de jugadores. Pero esto no lo amilanó. “No obstante, allí dimos los primeros pasos para el cambio propuesto, incluyendo a la frase de batalla la contribución con el juego limpio   y así llevar la estrategia de la tarjeta verde  a la I Cumbre Mundial de Paz realizada en Bogotá, en el 2009, no sin antes aportar en otros escenarios como I Encuentro Nacional para la Seguridad y la Convivencia en el Fútbol Colombiano Alcaldía de Medellín, en el 2008”,  continúa con su relato Roosevelt.


“Yo amo, respeto,  tolero a mi adversario y contribuyo con el juego limpio”  fue la frase que quedó impresa en las tarjetas verdes, como mensaje de paz y convivencia desde hace más de 10 años y que aún sigue vigente.

“De igual forma, y como miembro en las mesas de trabajo de los lineamientos “Fútbol con inclusión social” y “Academia-Investigación” del Plan Decenal para la Comodidad, la Seguridad y la Convivencia en el Fútbol Colombiano 2013-2023. (CNSC 2012), continuamos con nuestro aporte Fair Play”, resalta y recalca el periodista deportivo co-creador de propuestas como “El Despelote Deportivo” (una transmisión radial de fútbol matizada con humor),  “Historias a la Redonda” (Espacio televisivo mostrando la parte humana del fútbol y sus actores), “Tarjeta Roja a la Violencia” (Campaña publicitaria en televisión) y otras “locas propuestas más”,  que han nutrido el periodismo deportivo desde Medellín, Colombia.  
Llega lo conceptual
La conceptualización de la Tarjeta Verde llegó como producto de la monografía de grados, como técnico de fútbol, del convenio Indeportes Antioquia-Liga Antioqueña de Fútbol.
“Con nuestra monografía de grados titulada “El Reglamento del Fútbol y los Valores en el desarrollo psicosocial del niño futbolista antioqueño en el juego limpio”, se logró ese objetivo en diciembre de 2012. En este aporte académico conceptualizamos en forma y le dimos un sustento  teórico a nuestra propuesta axiológica de la tarjeta verde”, indica.
“Meses antes habíamos sido ponentes en el III Congreso Internacional de Comunicación para la Paz “La comunicación en los procesos contemporáneos de Paz-Conflicto: Escenarios, actores, agendas y desafíos”, organizado por la Universidad de Santo Tomás, Bogotá, con la ponencia “El periodismo deportivo: ¿Una balacera lingüística? Allí también mostramos las bondades de la tarjeta verde, como estrategia para la paz en el contexto del fútbol, en agosto de 2012”, recuerda el llamado “Juez de los valores”.

Otras verdes, otras geografías
Su aparición en los torneos de formación de la Real Federación Andaluza, en España; en el “Proyecto Cantera” y colectivos arbitrales de Guadalajara y Acapulco de México; en la Segunda División del fútbol italiano; en la Copa Verde en Belén Do Pará, Brasil,  y en la Localidad de San Cristóbal en Bogotá; en la ONG chilena Fútbol Más; en el “Libro de la Moral” en Japón  y en AFA y sus festivales juveniles e infantiles, entre otros, le han servido a Roosevelt para reivindicar su  creación que completa más de 30 años.
“Yo lo llamo efecto boomerang, ya que sale de nuestra geografía y llega a esas otras, para devolverse y reivindicar lo que he construido en más de tres décadas”, señala Roosevelt.
Ahora quiere llegar al Mundial de Qatar 2022. “Ya enviamos mucha documentación a la FIFA y especialmente al Internacional Board. Sé que es un proceso lento, pero tengo la esperanza de que se cristalice en beneficio del fútbol, pues si las tarjetas amarilla y roja aparecieron un siglo después del primer reglamento, la mía tendrá un lugar en el desarrollo del fútbol incorporándola en el Reglamento”, ambiciona el creativo de esta propuesta.
Así, la tarjeta verde ha tenido un tránsito enorme desde sus inicios en 1986 con el arbitraje didáctico que realizaba su creativo, pasando por el de fortalecimiento en valores con la estampita del Divino Niño hasta mutar al tercer color del semáforo, para “darle la norma de la ventaja al amor, la paz y la convivencia” y así revolucionar el mundo del fútbol. ¿O no?.

(Tomado del portal " Las 2 Orillas")


No hay comentarios: