miércoles, 30 de agosto de 2017

“Papá, le juro que cuando crezca voy a tomar venganza”



Al escuchar su historia, pareciera que en un momento de la vida de Jhon y su familia, el inmenso territorio del Oriente antioqueño se hubiera negado a brindarles un lugar donde acogerlos. John, cuyo nombre he cambiado a su solicitud, es uno de los participantes de la Copa Gobernación de Antioquia – Prodepaz que se disputa en Rionegro.

Viste la camiseta azul clara del representativo de Cocorná, sin embargo, y de no ser porque hace parte de los tantos desplazados por la violencia que se han presentado en nuestro país, en este torneo tal vez estuviera vistiendo la rojiblanca del equipo de Sonsón.

Su historia comenzó en La Danta (corregimiento de Sonsón) de allí, y en compañía de su familia, tuvieron que salir con lo que apenas tenían puesto, a causa de la presencia paramilitar que afectó a la zona en el 2004.

Recuerda que para la época, salía a cargar agua hasta un cerro donde tenía el campamento “esa gente”, luego de que pasadas las 9 de la mañana llegaban a buscarlo a él, a su hermano y a cuanto joven y “pelao” encontraban en las casas del corregimiento para que entonces fueron sus abastecedores del vital líquido.

Siempre lo hacían, excepto cuando su padre les negó el permiso para hacerlo, entonces su papá fue víctima del macabro castigo que los paramilitares incorporaron para quienes se negaban a sus peticiones: los metían a un hueco de aproximadamente tres metros de profundidad, en el que, además, había una boa, y entonces les tiraban agua todo el día.

En La Danta comenzó a correr el rumor de que se llevarían a todos los jóvenes para hacer parte de las filas de los paramilitares, ante esto, decidieron salir del corregimiento y llegaron a la vereda Pocitos de San Luis. Allí, nuevamente grupos armados los hicieron salir de la finca, entonces se trasladaron a vivir cerca a la Autopista Medellín – Bogotá en jurisdicción de este mismo municipio.

En su nueva casa la situación fue muy difícil, extendían costales y ponían la ropa para dormir sobre ella debido a que no tenían camas, así vivieron durante aproximadamente nueve meses hasta que hombres encapuchados de un momento a otro llegaron a donde vivían y nuevamente los hicieron vivir el martirio del desplazamiento.

Ante esto, un tío de John los invitó a Cocorná, pero tenían temor de aceptar porque este municipio también fue en su momento considerado como zona roja, sin embargo decidieron irse, allí les regalaron camas, colchones y ropa cuando algunas personas vecinas de su nuevo domicilio, se enteraron de los padecimientos de la familia.

El equipo de fútbol del que hoy hace parte desde el 2009, se convirtió en un gran apoyo desde el principio. Cuando el entrenador tuvo conocimiento de su historia le llevaba mercados a donde hoy vive, en una casa donde pagan arriendo, y además, el apoyo moral que ha recibido de sus compañeros se ha convertido también en un aliciente para salir adelante.

“Papá, le juro que cuando crezca voy a tomar venganza” decía John al ver el sufrimiento de su familia en la época en que vivieron el desplazamiento forzado, mientras su mamá lloraba al escucharlo; hoy, sentado en una de las graderías del Estadio Alberto Grisales de Rionegro, dice que el deporte y el colegio le han enseñado que ese sentimiento ya no vale la pena, porque eso “no trae nada bueno”.

Ahora sólo quiere terminar de estudiar, trabaja dos días a la semana alambrando en fincas con su papá y de esta manera se ayuda con los gastos del colegio y colabora con algo para su casa, colaboración que espera aumente después de que termine el bachillerato, entonces anhela encontrar un trabajo estable que le permita ayudarle a su papá a construir su propia casa para aprovechar que salieron favorecidos con un subsidio del Gobierno.

Ademas, dedica su tiempo a jugar fútbol, una de sus grandes pasiones, y a pesar de su timidez, ríe constantemente y “recocha” con sus compañeros del equipo sub 21 de Cocorná entre los cuales goza de una gran cariño y aceptación.

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