jueves, 26 de abril de 2007











MEDELLIN 0 NACIONAL 1

¡Qué perrada!
Por: Roosevelt Castro B.

Voy a contarles lo que me sucedió el pasado 10 de septiembre de 2006, cuando quería salir en hombros y resulté saliendo con el rabo entre las patas. Es una película digna de presentar en el “festival de Canes”.

Sí, vuelvo a salir con el rabo entre las piernas y no es para menos: ha perdido “el poderoso” Deportivo Independiente Medellín. Este hecho lo he repetido en los últimos 12 clásicos contra nuestro rival de plaza, en los últimos dos años que nos hemos enfrentado. Con decirles que los 245 que hemos jugado, ellos suman 100 mientras que nosotros sólo lo hemos hecho en 68 veces y van 77 empates.

Es la tarde-noche del domingo 10 de septiembre de 2006. Yo me cuento entre los 42.417 aficionados que asistimos al Estadio Atanasio Girardot y que acompañamos a los equipos paisas, en su primer clásico de la Copa Mustang II.

Es que cada que juega mi rojo del alma me madrugo para ir al “coloso de la 74” (como lo llaman mis parceritos de la Rexixtenxia Norte al estadio Atanasio Giradot), ponerme la camiseta que más quiero en mi perra vida: la del DIM, para ir a comprar la boleta, con mi gran amigo Gustavo o Deportivo Independiente Medellín Giraldo.

Venimos del norte, más exactamente desde el barrio Urapanes, en el municipio de Bello. Transitamos por todo la autopista entonando esa cancioncilla que dice “Donde estés estaré junto a ti”. Montados en su vetusta moto llegamos un poco despeinados y desaliñados a las inmediaciones del estadio Atanasio Girardot, en Medellín (Colombia) y donde saludo algunos hinchas y amigos rojiazules, que nos salen al paso.

Al llegar, también saludo a mis amigos que trabajan como vigilantes de Mirocan en la Unidad Deportiva. Tonny, Dyango, Perrucho y Troya, son algunos nombres de mis más de 25 mejores amigos, que han estado ahí desde hace más de diez años.

Lo que más admiro es su ecuanimidad y su equilibrio a la hora de ladrar, pues no lo hacen ni en rojo, ni en verde, ni en naranja. Como quien dice: no se identifican con ningún color de ningún equipo de fútbol de nuestro país o del exterior.

Claro que Dyango me dijo que, de vez en cuando, ladra en amarillo, azul y rojo haciéndole fuerza a nuestra selección Colombia y que aulló mucho cuando Iván Ramiro Córdoba le hizo el gol a México para quedar campeones de la Copa América, en le 2001. Además, me confesó que es un trabajo muy estresante y dispendioso:

“Estoy levantado desde las 6 de la mañana. Trabajo hasta las 12 meridiano. Descanso 6 horas y vuelvo y cojo turno a las 6 de la tarde. Lo que más me da rabia es esa manera tan beligerante y violenta como algunos hinchas actúan. Yo soy un perro de paz, como lo es nuestra empresa. Con eso de la violencia “ a otro perro con ese hueso”

Troya, una de las pocas hembras que trabajan en la seguridad del Atanasio, me dice que también es hincha la paz en los estadios:

“Como dice mi compañero Dyango. Somos perros de paz, es que eso de la violencia no nos gusta. Es que como diría el árbitro Agapito Silva, de “La Pelotera Deportiva” y de “el Despelote”: “Por hoy Saquémosle tarjeta roja a la violencia y démosle la norma de la ventaja al amor” “Guau”.

Esta perra vida

El ritual dominical lo venimos haciendo Gustavo y yo desde hace quince años. Hemos compartido tristezas y alegrías.

Las lágrimas brotan de mis ojos e igualmente de los de Deportivo Independiente Medellín Giraldo Zuluaga, (¡uf! Que nombre tan largo, ¡Qué pereza!... mejor, llamémoslo “tavo”), por la muerte de su primera esposa: Patricia Cantor. La pobre mujer muere de una preclancia; es decir: una “presión sanguínea alta” cuando va a tener el primogénito de “Tavito”. Lo malo del cuento fue que también el bebe murió. ¡Qué tristeza!

En el fútbol colombiano, muchos han sido los técnicos que han padecido este mal de la preclancia, es decir de la “presión”…por la prensa, por la dirigencia, por la hinchada e incluso algunos han fallecido, como la primera esposa de “Tavito”.

De ese hecho, tan luctuoso como mi pelo, han transcurrido 15 años, los mismos que tengo yo. ¡Qué casualidad!. ¿Será porque por ese entonces “Estrella”, su perrita Pequinés, se unió a un french Poodle vecino y nací yo?. De ésta manera es como me trajo Dios al mundo: un híbrido entre Poodle y Pequinés; como quien dice: “sin pedigrí”. ¡Pero no importa!, así somos los hinchas del Medallo.

Otra tristeza bien brava fue en las semifinales de la Copa Libertadores del 2003. Ese “gol de chiripa” que nos hizo el Santos todos lo lloramos; hasta los jugadores que no salían del asombro, la desazón y el desencanto.

Pero, y como diría Rubén Blades, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Las alegrías también han estado en nuestro inventario personal y perruno.

La campaña que más recordamos con regocijo es la realizada por nuestro amado equipo en 1993 cuando, de la mano de “el chiqui” García, fuimos campeones por cinco minutos. Nuestro equipo le ganaba al rival de la plaza, con gol de Carlos Castro y necesitábamos el resultado de Barranquilla. Si Junior perdía, nuestro DIM era campeón. Lastimosamente, y con gol de Mackenzie en los últimos minutos, “los tiburones” se quedaron con el trofeo de campeones. Ese 19 de diciembre nos pegamos una perra recordando y cantando los goles realizados, en ese año, por Oscar Pareja, Carlos Castro, “el pájaro” Juárez y “La Gambeta” Estrada. Mi cabello negro se eriza de sólo recordarlo.

Claro que la perra más grande nos la pegamos el 27 de junio del 2004. Es que eso de coronarse por cuarta vez campeón del fútbol rentado colombiano fue motivo para que “No nos esperaran en la casa “. Ganar aquí en el Atanasio al rival de plaza, con goles de Jorge Horacio y de Rafita Castillo, y después empatarle al equipo de Juan José, es para tomar “Guaro a lo loco”. Ha sido tan grande la borrachera que las pulgas se me caían de la perra.

El recuerdo viene a mi chandosa cabeza porque para acceder a esa final tuvimos que empatar, en el último minuto, con el Deportivo Cali. El chocoano Cesar Valoyes de tremendo cabezazo la mete al fondo de la red. Lo demás ya lo saben: campeones por cuarta vez.

Dos títulos, en menos de un año y medio, nadie lo podía creer y menos nosotros, pues después de 47 años de abstinencia campeonil, ya nos tenía más trasnochados que los perros calientes que vende nuestra vecina. Ya lo habíamos disfrutado en la final del 2002 cuando le ganamos a Pasto acá y le empatamos allá. Podemos afirmar que esos pastusos “estorbaban más que un perro en misa”.

Las que nunca estorban son las porristas rojas. Siempre apoyan al equipo. Levantan el ánimo. Y con sus movimientos de cintura, cual delantero ágil del DIM, y en palabras del padre Nevardo Cataño, otro hincha fiel del poderoso y del “todopoderoso”, “nos lo tienen levantado hacia el señor. Los hinchas, los periodistas, los dirigentes y hasta los jugadores “les han echado los perros”, cuando han estado alentando a nuestro DIM.

No sé si esas preciosas porristas bailarán el can can, lo que sí estoy seguro es que les partí la torta… pero de mi promocionado y publicitado matrimonio con “Estrellita”, en el Atanasio Girardot. Y no es que sea un perro en cuestiones del amor y Desconozco también si mi amada ha tenido

Claro que si de partir tortas se trata, ya lo he hecho varias veces, pero en mi cumpleaños.

“Tavo” es seguidor del “poderoso de la Montaña” desde hace más de 40 años y recuerda que mi DIM se había coronado campeón en dos ocasiones: en 1955 y en 1957, con jugadores muy talentosos como “el charro” José Manuel Moreno, Seghini, Retamozo y “el canino” Caicedo. Y ahora esta cuarta estrella...pa´ que más. Es que estoy más contento que perro estrenando lazo. Todo el diciembre del 2002 y junio de 2004 me la pasé bailando, con los temas “Las chicas del Can” y de Wilfrido Vargas con su “baile del perrito”

Otra alegría inmensa es la aparición en nuestras vidas de Martha Lucía Muñoz Giraldo, la segunda esposa de “tavo”. No sólo porque lo ha ayudado salir de ese flagelo del vicio en que había caído, sino que resulta ser hincha del “poderoso DIM”. “Tavo” Giraldo, mi amo, la llama “la quinta estrella”

Es tan grande el amor por el Medellín que mi amigo Gustavo hizo los trámites para cambiarse de nombre; ya se dice llamar DIM Giraldo Zuluaga. Con esta noticia me encuentro “más feliz que perrito de rico, sacando la cabeza por la ventanilla del carro”, o si no que se lo pregunten a él. ¿Verdad Gustavo?

Ingreso al estadio

Yo no se por qué razón, pero soy un privilegiado: “Tavo” nunca paga mí boleta, pues me dejan ingresar gratis. Y no es que sea un “pato”, como muchos otros hinchas, al entrar, ya que soy un quinceañero en esto de hacerle barra a mi rojo del alma. Sí, soy una afortunado como otros pocos que también logran hacerlo pero otros, como mi amigo Pastor, que no.

Como buen hincha, brinco en la tribuna con mi camiseta del “medallo”, como tiene que ser. Miro con recelo a los hinchas verdes y les pelo el diente para infundir respeto, pues sé que los verdolagas son de muy malas pulgas. Entono los cánticos que salen de las bulliciosas gargantas de “Los Rexixtentes”. Grito, aúllo y me uno al coro que sale desde la tribuna Norte y que dice: “Vamos, vamos poderoso, que esta tarde tenemos que ganar”. Me uno a saludar otros parceros que son hinchas del “Poderoso DIM” como el alcalde de Medellín, Sergio Fajardo Valderrama. También me toca aguantar las intentonas de caricias de muchos niños y jovencitas, con tal de ver mi equipo del alma.

El equipo ingresa al gramado. La alegría es incontenible. La serpentina, el confeti, el papel picado, la pólvora y los polvos rojos y azules invaden el estadio, en una gran fiesta multicolor. Norte es una sola voz .Lo mismo acontece en sur. “Los Sureños” arman su fiesta, muy similar a la nuestra.

Por el sonido interno una voz retumbante y aguardientosa, no sé si por el mal sonido del estadio o por el spiker, se anuncia las alineaciones de los equipos.

Medellín saltará al terreno de juego con Brayan López en la portería,; Lewis Ochoa, José Mera, Andrés Ortiz, Eduardo Domínguez, Danilson Córdoba, en la defensa; mediocampo para Nicolás Torres, Jaime Castrillón, Rodrigo Riep ; adelante César Valoyes y Jackson Martínez. En el Banco (...pero no cobrando el biyuyo): Jaime Bran Gómez, Juan Pablo Pino, Alejandro Vasco, Diego Álvarez e Iván Corredor.
Director Técnico: Víctor Luna. Asistente técnico “el profe” (?) Edgar “el panzer” Carvajal, una especie de “perro de Jauría” que tuvimos jugando en nuestras toldas y quien cuidó, como “perrito faldero” o mejor como un CANcerbero, nuestros intereses.

Luego lee la nómina de nuestro rival y después los himnos nacional y antioqueño.

El clásico 245: ¡Qué perrada!

Cuando el árbitro Sebastián Valencia de Quindío., da el pitazo inicial y arranca el “Gran Derby” antioqueño, como dirían los doctos en la materia futbolera, la ansiedad comienza a jugar con mi organismo. Por no perderme ni una jugada, me abstengo de orinar en el primer poste que se me atraviese. Yo sé que el Nacional es un hueso duro de roer y tengo que estar atento a todo lo que suceda en el Atanasio Girardot. También, reconozco que son más de 11 clásicos que mi amo “Tavo” no me lleva en hombros.

La parcialidad del referí Valencia provoca la ira de la hinchada escarlata que le gritaba: “perro” “perro” y máxime cuando en el minuto 15 de esta primera parte se inventa un penalti que le hacen a Zuñiga. Al cobro el portentoso “Aristigol” quien lleva más de 330 goles como profesional. Además, es el máximo artillero en los clásicos con 18 goles. Como que nos la tiene velada.

Pita el quindiano Valencia y nuestro portero Brayan López se luce tapándole la que podría ser la anotación 19 de “Aristi” y que Domínguez ayuda a evacuar al saque de esquina.

Pero no sólo a Valencia le gritan. También lo hacen con los asistentes arbítrales. Por ejemplo al asistente arbitral número uno, Hoover Navia, la fanaticada le vocifera: “chandoso, levantá ese banderín” y a Orlando Andrade, asistente arbitral número dos, “cuánto te dieron de mordida”.

El primer tiempo se va como acto perruno: empatados. Después de un suculento “perro caliente” con gaseosa, vuelvo a la tribuna pensando que los cachorros de mi medellincito del alma, van a sacar adelante el marcador con esos galgos del nacional, pues he visto como “perrea” a sus adversarios mi amigo fiel César Valoyes.

Volvemos a la tribuna. Gustavo me levanta en hombros, grita y tira, como es su costumbre, su par de mocasines muy particulares por cierto: uno rojo y otro azul. Me cuenta que la primera vez que lo hizo alguien se los cogió y no se los devolvió; piensa, hasta hoy, que pudo haber sido un hincha de Nacional el que se los birló.

Empieza la segunda parte de esta película. Yo no quepo en la ropa de la felicidad: aúllo, brinco, estoy más feliz que perro estrenando collar, me empujo otra salchicha para calmar los nervios, como lo he hecho en varias ocasiones con mi amo, pensando que el partido va a terminar como el acto sexual de los canes: “empatados”…! Pero no. El Nacional, que ha salido con todo, empieza a hacer sucumbir el ataque rojo, como quien dice: “perro que ladra no muerde”.

La nariz me suda, me como las uñas, me rasco la nuca, hasta que por fin nos “Cabeciaron”. Sí, al minuto y medio del tiempo de reposición de la segunda parte, el delantero verdolaga Oscar Echeverri levanta el centro desde la punta izquierda; Sergio Galván Rey, quien ha ingresado al área con olfato perruno, de un cabezazo impresionante, les pone a ganar el partido a mis rivales de plaza. Es un gol muy “embarazoso” para nuestro cancerbero Brayan López, quién no puede rechazar tremendo cabezazo. No lo puedo creer. Quedo “más aburrido que perro en misa”.

La impotencia roja es grande. Ya en el minuto 77, el defensor José Mera, al servicio de nuestra casaca, da tremendo patadón y es expulsado por el central Valencia. Se forma un conato de bronca y yo pienso: “estos van a acabar hasta con el tendido de la perra”, y a Gustavo y a mí nos toca irnos del partido con el rabo entre las patas.

RXN y LDS: Una pelea de perros.

Para fortuna verdolaga la fiesta sureña no se ve empañada, pues al finalizar los partidos mis amigos de RXN, más conocidos como “La Rexixtenxia Norte”, siempre se enfrentan con los seguidores del Atlético Nacional, que se dicen llamar “Los de Sur” y que se identifican con las letras LDS. Son hechos tan oscuros y negros como el color de mi pelo. Parece una pelea de perros.

Es que según los reportes que hace la policía, de las versiones anteriores del clásico montañero, en los hechos habían sido averiados 25 automotores y destrozados teléfonos públicos, además de las vidrieras de algunos locales comerciales y residencias vecinas. Hinchas heridos y otros que abandonan el lugar como unos canes cobardes Lo que más me daba rabia es que no se detengan cuando inician una de esas “peleas de perros” entre sureños y rexixtentex.

Afortunadamente, el grotesco espectáculo siempre es controlado por la Policía Metropolitana, que captura a varios menores de edad belicosos.

Como yo soy enemigo de la violencia pienso: “a otro perro con ese hueso”, volteo el rabo y, a pesar de que salgo con el rabo entre las piernas, me voy a celebrar, pues con el billete de la compra de la boleta mí Medellín se lleva los más de $569 millones de la taquilla, para seguir teniendo más “sueños del balón”.

Al final me doy cuenta que “el hombre es el mejor amigo del perro”. Doy gracias a mi amo por permitirme ver otro partido de mi amado Medellín, pues soy hincha el fiel número 10 10. Mi nombre es Medallo y mi apellido: campeón...guau.



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